1558 1958
1808 - 1958
Fu este año jubilar carolino, en
el que también se celebra eJ 150."
aniversaria del comienzo de la
ííuerra de la Independencia,
Vitoria aporta a ambas conmemoraciones
el recuerdo de dos
episodios de su bistoria local,
confirmados en documentos que
se conservan en el Arcbivo Municipal
y descritos por la .S'rta.
Micaela J. Portilla, Directora
de la Escuela del Magisterio.
El César Carlos I, entrado ya en los veinte años. A los
veinticuatro visitó por vez primera nuestra Ciudad.
VISITA DE L7UU0.S* 1
A LA CIUDAD DE VITORIA
Quebrantado por la múltiple actividad
desarrollada a través de los cincuenta y
ocho años de su intensa vida, moría en
Yuste, el 21 de septiembre de 1558, hace
exactamente cuatro centurias, el Rey de
España y Emperador de Alemania Carlos I.
En relación con esta egregia figura, y
en el centenario de su muerte, puede recordar
nuestra Ciudad un notable momento de
historia: la primera visita a Vitoria de la
«Real, Sacra, Cesárea, e Catholica Magestad
del Emperador* consignada en el Libro
de Acuerdos del Ayuntamiento.
Comenzaba el año 1524. El martes,
víspera de la festividad de los Santos
Reyes, Vitoria vibraba de entusiasmo ante
la visita del César. Dos años escasos habían
transcurrido desde su llegada a España
emendo la corona imperial. Reprimido el
movimiento Comunero, aplacados los ánimos
tras la amnistía de 1522, fallecido
Chiévres y determinado Carlos a «vivir y
morir en estos reinos» según la promesa del
obispo de Badajoz, doctor Mota, a las Cortes
de La Coruña en 1520, consideraba ya
a España como «el fundamento, el amparo
y la fortaleza de todos los otros reinos». Se
iniciaba entonces la doble corriente de
comprensión entre el Emperador y sus subditos
españoles, que en aquellos momentos
luchaban en la frontera francesa y en Milán
en defensa de su rey, en guerra contra
Francisco I de Francia.
Venía Carlos desde Navarra, avanzada
peligrosa en aquella contienda, en la que
ya se habían distinguido, durante la estancia
de Carlos en Alemania, las fuerzas
alavesas al mando de don Diego Martínez
de Álava, ¡unto a las banderas de don Juan
Martínez de Lora, hijo del Duque de Nájera
y, posteriormente, en la derrota del ejército
de Andrés de Foix.
La puerta situada al Oriente de la
Ciudad llamada <la Puente del Rey* cuyo
posfigo, defendido^ por fuerte torreón,
había sido cerrado de col y contó en
1520, ol comienzo de lo guerro de los
Comunidades, pora mejor defensa de
la Ciudad fiel al rey, adornada ahora
con tapices en su parte exterior y en las
paredes de sus costados, iba a dar paso
al César en su «primera e buena e bien
aventurada venida».
A la derecha de la puerta, sobre una
mesa cubierta de rico presea de brocado
blanco, se habían colocado la Santa Cruz
y el libro de los Evangelios. «Muchos
vecinos de la Ciudad y de fuera de/la»
esperaban la llegada del Rey. Allí se
encontraba uno de sus más fíeles vasallos
en los azarosos años de la guerra
de las Comunidades, el personaje más
destacado en la lucha contra el comunero
alavés Conde de Salvatierra: Don
Diego Martínez de Álava, Diputado General,
ton activo defensor de la causa
real en nuestra tierra, que el Condestable
de Castilla se había atrevido a pedir
al Emperador que le escribiera desde
Alemania, «dándole las gracias de lo
que sirve y de los trabajos que pasa» y
«por cuya buena diligencia —dice Sandoval—
quedó la Ciudad de Victoria
al servicio del rey.
Casa palacio, en el solar de Son Miguel, donde residió
con sus hijos la Condesa de Salvatierra, doña Margarita de
Saiuzes, durante la guerra de las Comunidades. Don Atanasio,
su hijo mayor, era paje del Emperador en 1524.
Le aguardaban también Diego Vélez de Esquíbei, Alcalde Ordinario de la Ciudad,
Jurisdicción, Villas y Señoríos, los Regidores Martín Sáez de Maturana y Lope Martínez
de Zuazo, el Procurador Sindico Andrés Díaz de Esquíbei, los Diputados Martín Martínez
de Zuazo, Juan Ximénez de Arduza y Francisco de Salvatierra, el Bachiller, de Añastro,
Abogado del Ayuntamiento y Juan Sáez de Maturana, escribano real y del Conse/o de lo
Ciudad, quien dejó detallada relación del hecho en el citado Libro de Acuerdos.
A caballo llegó el Emperador, que entonces contaba veinticuatro años, acompañado
del Arzobispo de Toledo, del Duque don Fernando de Calabria, del Conde de Benavente
y de otros muchos prelados y caballeros. De rodillas ante la puerta, lo recibieron el
Alcalde, Regidores, Procuradores y Diputados, «con todo el acatamiento e reberencia
debido, como a su Rey y Emperador natural». El Alcalde Diego Vélez de Esquíbei, permaneció
de rodillas ante el Emperador a caballo, tomó en sus manos la Cruz y el Libro de los
Evangelios, mientras el Bachiller de Añastro, abogado, «fizo el habla en nombre de la
dicha ciudad e su juridición, villas e señoríos delía». Recordó al César «la voluntad, lealtad
e obra» que siempre había distinguido a Vitoria en el servicio de los reyes sus antepasados
y le suplicaba jurase y confírmase los «privilegios e libertades, esençiones e gobernaciones
e buenos usos e costumbres que general e particularmente tenían e tienen para que los
fueren guardados e segund que mejor e más cumplidamente se guardaron... fasta hoy por
su Sacra Magestad e los Cafhólicos Reyes sus padres e madre e abuelos e antepasados*.
Septamas mu
m mestms mtas catidümas...
Por M. PORTILLA \ /
Marangoni, en su bello libro titulado «Para "Saber ver»,
traducido por nuestro recordado D. Ángel de Apráiz, dedicó
sus esfuerzos a enseñar a las gentes a «ver» lo que sus ojos
perciben. Los vitorianos también hemos de «saber ver». Ver
y apreciar muchas bellezas histérico-artísticas, que encontrarlos
a diario en el camino de nuestro trabajo y en nuestras
rutas ordinarias, y que no pasan de ser para nosotros sino
meras sensaciones superficiales. Nuestra Vitoria lo merece,
parque guarda, con el celo que le es propio en cuanto a cultura
y arte se refiere, valores de primera calidad en la Historia
y en el Arte.
Su Museo Provincial custodia obras pictóricas de primera
categoría; el Palacio de la Provincia, el magnífico Cristo de
Ribera; selectas colecciones particulares, entre las que destaca
la bellísima de tapices de los Sres. Marqueses del Fresno,
encierran un valioso fondo artístico desconocido para la
mayor parte de los vitorianos. Pero, como digo, cuenta además
nuestra Ciudad con bellas obras de arte que, vistas a
todas horas no atraen nuestra atención precisamente por
ésto, y pasamos ante ellas sin reparar en su valor. Muchas
veces, es verdad, nos hemos detenido ante la bella factura de
nuestras iglesias, sus hermosos pórticos y grandiosas naves;
atraídos por cuanto a estas grandes obras se refiere, incluso
nos hemos interesado por conocer su historia y cuantos datos
hemos podido hallar acerca de su construcción. También es
cierto que, al recorrer nuestras calles hemos contemplado,
rememorando fechas lejanas, la Casa del Cordón, el Portalón,
el vetusto torreón de Bendaña, o la hornacina del Machete
Vitoriano... Pero es preciso saber ver y ver más...
¿A cuántos vitorianos habrá pasado desapercibida, por
ejemplo, la bellísima y majestuosa Concepción del retablo
mayor de San Miguel, obra de Gregorio Fernández y una de
las más hermosas Purísimas de nuestra Escuela Castellana del
siglo XVII? ¿Cuántos no habrán reparado en la maestría con
que el artista talló los magníficos relieves y esculturas, llenas
de vida del retablo? Y, ¿qué decir del Solar de San Miguel,
ligado tradicionalmente a la familia del Comunero alavés,
Conde de Salvatierra, D. Pedro López de Ayala? ¿Y del palacio
de Villasuso, con su hermosa galería y bellos escudos de
armas, solar de embajadores de Carlos V y de su hermano el
Emperador y Rey de Hungría Fernando I?...
En San Vicente, «veamos», si aún no hemos reparado en
ella, la antigua capilla plateresca de Santa Cruz, con las sepulturas
recientemente descubiertas, su interesante heráldica
y la hermosa entrada a su sacristía, fundación de la Casa de
Aguirre, siempre fiel al César Carlos V, cuyo escudo imperial
tuvo el honor de ostentar. A la magnificencia de esta familia,
debe también Vitoria el viejo palacio, actualmente restaurado—
palacio episcopal—, que conserva el sabor de su antigüedad
en varios ventanales góticos, y la iglesia del Convento
de Santa Cruz, con su interesante portada plateresca, en
la que destaca el bello relieve que representa, aludiendo al
título de la Iglesia y recordando la devoción de la Casa a j a
Santa Cruz, la escena de Jesús en el camino del Calvario
acompañado de su Madre Doloroso.
Entre las muchas obras de arte que sin duda han atraco
nuestra atención en la Catedral, fijémonos devotamente en
dos imágenes marianas ante las que nuestros abuelos depositaron
sus oraciones plenas de fe y amor: Nuestra Señora
de la Esclavitud, hermosa imagen gótica con acentuado regusto
románico, Reina y Madre que majestuosa y sonriente a
la vez, presenta a su Hijo mientras como Reparadora, ostenta
en su diestra la manzana de nuestra caída. Y la Virgen del
Rosario que la devoción de un mercader vitoriano trajo de
Flandes y que desde su llegada, en los primeros años del
siglo XVI, derramó sobre nuestra Ciudad las bendiciones y
los prodigios que relata el devoto Fray Juan de Marieta. Y
entre los sepulcros ante los que nos hemos detenido, acaso
porque las hermosas esculturas orantes de la Capilla deVelasco
o la amplia y sobria arquitectura de la del Diputado Alegría
han «llamado» nuestra atención, ¿ha requerido nuestra mirada
consciente el enterramiento renacentista de los grandes
cortesanos y diplomáticos de la citada Casa de Salinas, situado
en el trasaltar? ¿Y la Capilla de San Juan con su hermosa
lauda sepulcral plateresca, dedicada a la memoria de Don
García Ortiz de Luyando y de su esposa Doña Osana Mo,rty
nez de Artamendi por la piedad de sus hijos, Canónigo uno
de la misma iglesia Colegial? ¿Hemos admirado el pequeño,
pero bellísimo retablo también del siglo XVI, situado ¡unto,tí
la puerta de la Sacristía, representando varios misterios manónos
y el glorioso Tránsito de la Virgen?
En varios sepulcros de la Catedral aparecen las armas de
los Esquíbel, noble familia de profunda raigambre vitoriana
entroncada con la de Escoriaza, que levantó en la parte alta
de la Ciudad, ¡unto a la muralla, el magnífico palacio plateresco—
hoy Residencia de las Escuelos Profesionales—, edificio
de los más característicos de la arquitectura renacentista en
nuestras provincias, en el que vivieron Don Hernán Pérez de
Escoriaza, Protomédico de Carlos V y su esposa Doña Victoria
de Esquíbel, fundadores de esta hermosa obra arquitectónica.
Reparemos en ella, que su belleza bien merece nuestra
atención.
En San Pedro, además de las conocidas sepulturas de los
Álava y del visitado Altar de los Reyes, podemos contemplar
la magnífica tabla del Descendimiento, obra relacionada con
el renombrado pintor flamenco Hugo van der Goes y donada
por Don Diego Martínez de Salvatierra a la Capilla de su
Casa. Y ¿cómo silenciar la grandiosidad y hondo patetismo
de la Virgen de los Dolores, obra atribuida a Gregorio Fernández,
aunque mucho más cercana al estilo de Juan de Juní
y'sú escuela? Detengamos por último nuestra atención en esta
Parroquia ante dos delicadas imágenes góticas de Nuestra
Señora: la llamada de los Desamparados, venerada bajo el
coVo de la iglesia y la que ocupa el parteluz de su Pórtico
Viejo, imagen amablemente hermosa y llena de la vida y la
gracia que el bajo medioevo supo infundir, con su fe y devoción
sincera, en las representaciones de la Virgen...
El Palacio de los Álava, a corta distancia de la parroquia
que ostenta el escudo de la Casa en la Capilla Mayor y hasta
en una de las claves de su bóveda, con su acceso primitivo
en la Zapatería y resabios de casa fuerte en los garitones de
sus extremos, trae a nuestra memoria las glorias de la familia
de ilustres capitanes, diputados, purpurados, embajadores, artistas
y marinos que, honrando a Álava a través de los siglos,
engrandecieron a su propia estirpe.
Y «veamos» por último, en el Convento de San Antonio,
su hermosa fachada sobriamente barroca, con austeras raíces
herrerianas. La iglesia, dedicada a la Concepción, guarda la
bellísima imagen de Nuestra Señora de los Remedios, venerada
desde la Edad Media en el Convento de San Francisco
y^que, sonriente como Madre Amable, recoge hoy las plegarias
de los vitorianos, dispuesta a remediar nuestras necesidades
ofreciéndonos a su Hijo, Camino, Verdad y Vida.
, Para terminar esta «revista» de bellezas ya conocidas,
aunque tal vez poco apreciadas, recordemos que, entre ellas,
hemos encontrado repetidas veces la figura de María acariciada
con devota delicadeza por el arte de todos los tiempos.
Imágenes marianas de Vitoria: la Concepción, María
Madre misericordiosa, la Virgen Corredentora, sufriendo y
reparando con su Hijo... Y en la hornacina, presidiendo e
iluminando la vida de la Ciudad, nuestra Virgen Blanca.
Tinte mariano y espiritual en nuestro arte porque siempre,
desde sus primeros balbuceos históricos, Vitoria se ha manifestado
con toda su fuerza y fervor como Ciudad de la
Virgen.
Eli "PORTARON" HA VIVIHO ESTE ANO...
...horas que, en fecha no muy lejana hubiera creído
muertas para siempre. Al son de clarines y atabales ha
abierto majestuoso su portón a ilustres purpurados, primeras
autoridades nacionales y extranjeras y personalidades
eminentes del saber, en la conmemoración del
Quinto Centenario del Papa Adriano VI.
Con las ciudades de Utrech, que vio nacer al Pontífice
austero y justo, y Lovaina, en cuyas aulas abrió su mente
a la luz de la ciencia, V i t o r i a , que presenció su elevación
al Pontificado, nuevo nacimento en el camino que la Providencia
le marcara, lo ha recordado calurosamente en la
memorable fecha del 16 de febrero, aniversario de su
aceptación en nuestra Ciudad, de la misión suprema en el
Gobierno de la Iglesia, con la humildad y mansedumbre
habituales en él y que los vitorianos pudieron apreciar
una vez más en tan memorable ocasión.
El «Portalón» ha ofrendado al recuerdo del Papa
Adriano el marco espléndido y único de sus muros y estancias
para la exposición de los restos histórico-artísticos
del siglo del Pontífice, que V i t o r ia conservaba recatada
y calladamente, como tantas otras riquezas casi desconocidas.
Más de ocho mil visitantes han admirado, en las
salas y tránsitos del centenario edificio, obras de arte,
documentos, libros, monedas y objetos diversos de finales
del siglo XV y comienzos del XVI. Y el pueblo hoy, como
hace cinco siglos, ha rendido homenaje al Pontificado en
la persona de Adriano; los descendientes de quienes
acudieron a besar sus pies en el Convento de San Francisco—
jóvenes, hombres maduros, artesanos e intelectuales—
han recordado la figura del Sucesor de Pedro
a través de las salas de la exposición.
Entretanto, el viejo Portalón ha vuelto por breves
fechas a su auténtica vida. Nunca más unido a los
siglos pasados que en este momento: las escenas bíblicas
o mitológicas de los ricos tapices flamencos, con
sus personajes ataviados a la usanza renacentista, el
realismo de la pintura y escultura norteñas y la riqueza
de su orfebrería y otras artes menores, han tenido la
virtud de obligar al visitante a dar un salto atrás en
el correr de la historia, pero a la vez han hecho revivir
al Portalón días no muy lejanos a los de su edificag'ón.
Las mismas salas que en el siglo de Adriano
servirían de lugar de reposo o transacción a los mercaderes
en su ruta lanera hacia el Norte, han rememorado,
a través de los objetos expuestos, los rasgos
característicos del espíritu de Flandes: religiosidad,
alegría, deseos de vivir una vida bella y un acentuado
sentido de la realidad que, en el arte, no se detuvo
ante lo patético ni lo grotesco.
También nos recordó el Portalón horas de la Vitoria
de antaño: las principales familias del siglo XVI vieron
campear de nuevo sus blasones en la «sala de armas»
de la Exposición, en la que diversas fotografías de edificios
coetáneos, casas solares y capillas sepulcrales,
daban ¡dea al visitante de interesantes aspectos de la
vida de nuestra Ciudad en el momento histórico conmemorado.
Tampoco quedó olvidado el pueblo vitoriano
anónimo: en la sección de documentos, libros de
bautismos, nóminas de feligreses, actas y cartas diversas,
sacaron a la luz nombres de vitorianos, de toda
clase y condición que, sin duda, acudirían a rendir horrfenaje
al Papa flamenco durante su estancia en Vitoria.
Y el secular caserón reflejó asimismo dentro de sus
muros, la hombría de bien de nuestros mayores y su
celo en el servicio de Dios y la Patria: cartas, privilegios,
bulas pontificias, cédulas con las firmas de los
Reyes Católicos, Carlos I y la bella Emperatriz Isabel,
mostraron con elocuencia a la Vitoria del siglo XX, la
lealtad sumisa de la Ciudad al Vicario de Cristo y su
decidida incorporación a las grandes empresas en
nuestros siglos de gloria.
Los Países Bajos y Vitoria, unidos de nuevo en torno
a la figura de Adriano, han dado este año nueva vida
a nuestro vetusto caserón, haciéndonos retornar al
mismo tiempo a los vitorianos a momentos fecundos y
gloriosos de nuestra h i s t o r i a .-MICAELA PORTILLA.
Grandes motivos tenía Car/os paro no dudar de la fidelidad que eí Bachiller de
Añastro le recordada en momento tan solemne. Por ello el César, que comenzaba a
apreciar en su justo valor la lealtad de sus subditos españoles, «puso su mano derecha
sobre la Cruz e sobre los Ebangelios e fizo el juramento en forma, deziendo que asy lo
juraba... segund e como los Reys ante pasados e sus padres e abuelos lo avían guardado
en la dicha ciudad confirmándolo todo segund que la dicha ciudad lo avía».
Permaneció el Emperador en Vitoria desde el cinco de Enero hasta el seis de
de Marzo, fecho en que se trasladó a Burgos, mientras las tropas imperiales arreciaban
sus ataques por recobrar Fuenterrabia, en poder de los franceses desde 1521 El día
veintiséis de Enero dio en nuestra Ciudad una Provisión Real, perdonando a los navarros
que estaban dentro de Fuenterrabia, si en el plazo de veinticuatro horas, después
• de comenzada a batir la fortaleza, salían de ella y pasaban a su servicio; Residiendo aquí
Carlos se ultimarían las bases de la capitulación de la villa, otorgadas el diecinueve de
marzo y teniendo en cuenta las cuales, rindióse la plaza en septiembre del mismo oño. A
Vitoria llegaría noticia de los brillantes hechos de armas del virrey de Ñapóles, del Condestable
de Barbón, de don Antonio de Leiva, del Marqués de Pescara y de su sobrino el
Marqués del Vasto, que, en el Milanesado, añadían gloriosas páginas a nuestra historia
militar mientras residía dentro de los muros de la Ciudad, cuyos privilegios y exenciones había
jurado mantener, la magna figura de Carlos, Rey de España y Emperador de Alemania.
* # *
EL «DOS DE MAYO VÍTORJANO»
Diez y nueve de Abril de 1808
Con objeto de cumplimentar a su «íntimo amigo y augusto aliado el emperador de los
franceses y rey de Italia», Fernando VII salía de la corte, según sus manifestaciones en la
Gaceta extraordinaria del día 10 de Abril de 1808.
' Iba a Burgos al encuentro de Napoleón que venía a España a reconocerle como rey,
tras de la abdicación de su padre en Aranjuez. Así lo creía candidamente el monarca
español, porque el hábil diplomático y hombre de confianza del Emperador, el general
Savary, se lo había afirmado con insistente doblez. Llegó a Burgos el día 12 y como no
encontrase a su vecino y aliado ni noticia remota de su llegada, decidió, movido por
Savary, esperarle en Vitoria y aquí se dirigió el día 13.
Desde hacía varios meses venía recibiendo nuestra Ciudad a las tropas francesas que
llegaban a España. En el Libro de Acuerdos del Ayuntamiento, fechada precisamente dos
días antes de la llegada del rey, se encuentra la enérgica reacción del Segundo Alcalde
de la Ciudad ante las quejas «tan amargas como poco fundadas» formuladas por ciertos
oficiales, alojados como otros muchos en casos particulares, desde la llegada de la división
de Verdier a Vitoria. Entre líneas vislumbramos la actitud del pueb/o vitoriano, que
tras el más correcto trato a sus aliados «conocido, dice el citado libro, por Barbot,
Dupont y Moncey», testigos de los sacrificios de Vitoria, mostraba cierta frialdad discreta
ante el ejército invasor. Un vecino, don Manuel de Chávarri, por ejemplo, se ausenta de
su casa, dejando en ella al oficial alojado con toda comodidad y atenciones; otros patrones
los acogen y obsequian, pero
piden (os huéspedes «cosen con ellos
de alguna complacencia»; en su mayor
parte están satisfechos del trato
recibido en Vitoria, que sostiene además
un hospital militar con más de
quinientos enfermos y contribuye penosamente
a /as peticiones de víveres.
A media mañana del día 13 de
abril, recibe el Diputado General don
Pedro Ramón de Echevarría, por
correo extraordinario, un oficio del
Duque de San Carlos, anunciando
para aquella tarde la llegada del rey,
acompañado de diez y seis personas
de distinción y otros tantos criados.
La noticia es comunicada rápidamente
al Ayuntamiento que acuerda «se hagan
las funciones más lucidas y
sobresalientes que se puedan en obsequio
de su Majestad». Llegó a
nuestra Ciudad por la noche, trayendo
en su séquito al Ministro Cebollas,
a los duques del Infantado y San
Carlos, al canónigo Escóiquiz, al
capitán de guardias Conde Villariezo,
a los marqueses de Ayerbe, Guadalcázar
y Feria, al general francés Savary y a los diplomáticos Labrador y Múzquiz.
A las diez de la mañana del día 14 acudió a los Divinos Oficios a la Iglesia Colegial
de Santa María, acompañado por las autoridades. Este mismo día dirigió una carta a
Napoleón de la que el propio Savary fué portador,- se dolía en ella Fernando de que el
Gran Duque de Berg y el embajador de Francia no íe hubieran reconocido aún como rey
de España, hacía las mayores protestas de lealtad y adhesión a su imperial persona y le
manifestaba que, deseando conocerle y cumplimentarle, había llegado a Vitoria donde
se encontraba en penosa situación de inquietud e incertidumbre. Mientras Savary volvía
con la respuesta, permaneció el rey en Vitoria ^complacido por el buen hospedaje y
obsequios que se (e hacían». El día 15 le cumplimentaron las Diputaciones de Vizcaya,
Guipúzcoa y los Inquisidores de Logroño y dos días más tarde la Diputación de esta
provincia y el Obispo de la Diócesis, llegados a nuestra Ciudad con este mismo ob/'eto.
El mismo día 17 volvió Savary de Bayona, trayendo la esperada misiva: era una carta
ingeniosa, amenazadora y nada halagüeña para Fernando; entre frases de indulgencia
y reconvención, recordaba al monarca las relaciones que, a espaldas de su padre, había
mantenido con Francia, cuando aún era Príncipe de Asturias y le prometía que, si la
abdicación de Carlos no había sido forzada, lo reconocería como rey de España.
Esta carta abrió los o/os de muchos: el ministro de Car/os IV don Mariano Luis de
Urquijo, que desde Bilbao había venido a presentar sus respetos al rey¡ el duque de
Mahón y eí Alcalde de la Ciudad, don Francisco Javier María de Urbina e Isunza, Señor
de la Casa Torre de Eguiluz, proponían la fuga del rey. Sospechándolo Savary, había
hecho aumentar la ya numerosa guarnición francesa de Vitoria y la vigilancia del alojafemando
VII, el Rey Deseado, Perseguido y Amado» que
r e c i b ió indudables p'uebos de afecto y lealtad del pueblo
de V i t o r i a el 19 d e A b r i l de 1808.
miento real. Escoizquiz no obstante aconsejaba a Fernando la marcha a Bayona, y el día
78, fechaba éste una segunda carta para Napoleón, manifestándole sus deseos de
hacerle ver que la abdicación de Carlos IV había sido «un puro movimiento suyo» por lo
que había decidido salir el día siguiente para Francia.
Es en este momento cuando entra en escena eí pueblo vitoriano. Si la mayor parte de
los españoles consideraban al ^Perseguido», «Amado» y «Deseado» Fernando, como su
libertador del poder del omnipotente e impopular Godoy, los vitorianos, que tenían
grandes motivos de animadversión contra el valido, lo habían recibido con el entusiasmo
propio de quienes cifraban en él sus mayores esperanzas. El 16 de octubre de 1803 había
privado Godoy a la provincia de varios privilegios que desde tiempo inmemorial disfrutaba,
y el Ayuntamiento aprovechaba la estancia del monarca en Vitoria para enviarle,
el día 18 de Abril, una representación en la que se hablaba del resentimiento del Príncipe
de la Paz hacia nuestra tierra y se daba cuenta de la razón de esta saña: el levantamiento
de los vitorianos el día 14 de febrero de 1803 contra el Gobernador Subdelegado de
Rentas don Juan Modenes, hechura de Godoy, y ocho de sus guardias, porque habían
atropellado en varias ocasiones los derechos de los vecinos, y aquél día, sin contar con
la Justicia Ordinaria, habían apresado a varios de ellos. Un Real Decreto de Carlos IV,
fechado cinco días después del movimiento, había trotado a la Ciudad como perpetradora
de desórdenes y atentados e indigna de la piedad del soberano. Desde entonces
Godoy no había ahorrado ocasión para recordar «el ruidoso suceso del 14 de febrero*,
declarando a Vitoria «única culpable» y «centro del agravio» en varios documentos
oficiales.
Aunque la representación enviada para la reivindicación de Vitoria, no tuvo de
momento el efecto deseado, por la premura con que se preparaba la partida del rey a
Bayona, nos ayuda a explicarnos el afecto del pueblo vitoriano hacia Fernando VII a
quien acudía «pidiendo clemencia y busccndo eí desahogo» siempre negado hasta
aquel momento.
Y así llegó el día 19 de Abril, fijado para la salida del rey. Aquella mañana, con el
mismo instinto certero, entusiasmo patriótico y amor al monarca, con que el pueblo
madrileño iba a levantarse contra el invasor trece días después, los vitorianos agolpados
ante la puerta de la Casa Consistorial por la que Fernando había de salir para subir
al carruaje que le esperaba, trataron de impedir su partida de España. Entre aclamaciones
fervientes, vítores a la Patria y gritos de adhesión y lealtad, dos osados vitorianos, '
el alguacil Rico y el industrial Martín Susaeta, cortaron los tirantes de las muías y las
desengancharon del coche. El acierto y rapidez con que las autoridades obraron, el
bando del Diputado General recomendando moderación, y el edicto del propio rey, ogro- •
deciendo el afecto y lealtad de la Ciudad y Provincia y recordando la sincera amistad de
su aliado el Emperador, apaciguaron los espíritus de los vitorianos y, a las nueve de la
mañana, pudo salir de Vitoria Fernando VII, acompañado hasta el límite de Guipúzcoa
por el Comisario por Ciudad y Villas Don Andrés de Albiz, por los Padres de la Provinciu
Don José Joaquín de Saldzar y Don Manuel de Llano y escoltado por la guardia de
Paisanos de VHoiia.
El siguiente día, 20 de abril, remitía el general Verdier al Diputado General un oficio
prohibiendo el atropamiento de paisanos armados como un acto host/7 de (a población
hacia el ejército francés; ante esta orden, consultaba el día 21 nuestro Diputado al duque
del Infantado, que acompañando al monarca había llegado a Bayona, si a la vuelta de
Fernando debían escoltarlo, a pesar de la prohibición de Verdier, los Guardias Paisanos,
como siempre se había hecho con las Personas Reales.
Se cump/ían los presagios del pueblo vitoriano, testigo del éxodo de la Real Familia
hacia Francia; el día 28 de abril pernoctaron los Reyes Padres en la Casa Consistorial;
el 4 de Mayo pasó por Vitoria su hija María Luisa, Reina de Etruria; fueron también
nuestros huéspedes el infante Don Francisco cuya salida de Palacio motivó el levantamiento
madrileño, conocido en Vitoria la noche del día 5, mediante correo extraordinario
del Ministro de la Guerra, y el infante Don Antonio Pascual, hermano de Carlos IV, último
miembro de la Familia que quedaba en España. El día 10 de Mayo manifiesta Verdier la
orden de recogida de armas de la Provincia, que no accede a ello sin elevar consulta
previa al Secretario de Estado. Se adivina el acto final de la tragedia que culmina con
las renuncias de Carlos IV, del Príncipe de Asturias y de los Infantes Don Carlos y Don
Antonio al trono de sus mayores.
También nuestro movimiento del diez y nueve de abril culminaría, cinco años más
tarde, en la gloriosa batalla de Vitoria, uno de los grandes desastres de Napoleón en
el ocaso de su poder en nuestra Patria.
Ante la puerta del Ayuntamiento, los v i t o r i a n o s t r a t a r o n de
impedir la s a l i d a de Espeña de Fernando VII días antes del
comienzo de la guerra de la Independencia.
A QUINIENTOS AÑOS DEL
CAPITULADO DE 1476
Los bandos de Ayala y Calleja en la Vitoria Medieval
Se cumple j u s t a m e n t e en este año el medio milenio del
C a p i t u l a d o q u e el rey don F e r n a n d o el Católico firmó el 22
de o c t u b r e de 1476, p a r a d a r fin a las luchas de las p a r c i a l i dades
vitorianas de Ayalas y Callejas. El enfrentamiento
e n t r e bandos y p a r e n t e l a s d e n t r o de los recintos urbanos, fue
un fenómeno típico del bajo medioevo, m o m e n t o en que villas
y ciudades c a m i n a b a n hacia su m a d u r e z política y económica.
En las primeras fases de su existencia, los habitantes
de los jóvenes «burgos» y «pueblas» h a b í a n m a n t e n i d o pugnas,
a veces sangrientas, con los vecinos de las aldeas próximas
a sus «cercas». S e ñ a l a n estas rivalidades la lucha e n t re
el m u n d o altomedieval, basado en una economía de signo
f u n d a m e n t a l m e n t e agrícola y g a n a d e r o y en unas estructuras
sociopolíticas a p o y a d a s en el poder d e Parientes Mayores
y otros nobles rurales, c o n t r a el p u j a n t e espíritu corporativo
de la Baja Edad Media, con «burgueses» agrupados en
gremios y concejos protegidos por el poder real. Un mundo
en retroceso que se repliega, no sin lucha, ante el nuevo
signo de los tiempos.
V i t o r i a pasó por esta fase de lucha en los primeros años
de su existencia. Las querellas cruentas e n t r e los habitantes
de la nueva villa y los Abendaños sus vecinos, con sus casas
y p r o p i e d a d e s a la vista de las m u r a l l a s v i t o r i a n a s ; los pleitos
e n t r e los clérigos rurales y el C a b i l d o eclesiástico de la villa
sobre la percepción de diezmos, pugnas que podemos docum
e n t a r desde 1226, sólo t r e i n t a y cinco años después de la
fundación de V i t o r i a ; las tensiones entre los Cofrades de
A r r i a g a y los h a b i t a n t e s de la villa recién fundada sobre la
posesión de las «Aldeas Viejas» y las «Aldeas Nuevas»,
con las consiguientes «premias de m u e r t e de ornes e de otros
muchos males» que de tales luchas se seguían, señalan el
e n f r e n t a m i e n t o de dos épocas cada una con su t a l a n t e propio.
Más t a r d e , pagó t a m b i é n Vitoria su t r i b u t o a las q u e r e llas
y p a r c i a l i d a d e s d e n t r o de sus propios muros. Mientras
las b a n d e r í a s u r b a n a s e r i z a b a n de torres las ciudades italianas,
a la vez q u e se e n f r e n t a b a n parentelas y bandos en Castilla
y c u a n d o , más cerca de nosotros, l u c h a b a n en las calles
de Bilbao Leguizamones y Z u r b a r a n e s , «aquilos» y «cervunos
» en O ñ a t e , Ascoagas y Aspiozas en Bermeo, Vitoria
vivía encendida en la lucha a muerte entre dos bandos:
los Ayalas y los Callejas.
El de Ayala se h a b í a formado ante todo por el concurso
de gentes llanas, menestrales y oficiales, a g r u p a d a s en torno
al linaje de los señores de Ayala y Salcedo; el b a n d o opuesto
c o n c e n t r a b a j u n t o a los descendientes de la casa de Calleja,
o r i u n d a de la m o n t a ñ a s a n t a n d e r i n a , a los hidalgos rurales
que sobre todo desde el siglo xiv venían asentándose en la
villa y se e n r i q u e c í a n con el comercio. I n t e n t a b a n éstos mantener
sus p r e r r o g a t i v a s y exenciones de impuestos y d e r r a m as
concejiles, que t r a t a b a n de c a r g a r t o t a l m e n t e sobre los a r t e -
Los bandos y páremelas se defendían en sus casas fuertes...
Vista de ta «Torre det Cordón».
Arranque det arco de cierre de la Herrería... «Cuando no había calle ni calleja
abierta al paso».
Escudo de los Maturanas, adictos al bando de Calleja. Iglesia de San Pedro, sede
del bando.
Muros y portales forlificados, en el flanco del Ponienle de Vilorta.
sanos y gentes llanas; éstos, por su p a r t e , p u g n a b a n por defenderse
ante tales pretensiones.
Pero a p a r t e de esta división de raíces económicas y sociales,
los bandos de Ayalas y Callejas suponían una nueva
versión de las luchas e n t r e los linajes g a m b o í n o y oñacino.
Nacidos en Álava en t o r n o a las dos grandes familias de
G u e v a r a y Mendoza, inclinadas respectivamente hacia la
política n a v a r r a o castellana, habían a l t e r a d o la vida de la
L l a n a d a Alavesa hasta el m o m e n t o en que, en los primeros
años del siglo xm, el t e r r i t o r i o basculó definitivamente hacia
Castilla. A partir de estas fechas las luchas más cruentas
e n t r e los dos b a n d o s h a b í a n tenido lugar en tierras vizcaínas y
g u i p u z c o a n a s hasta que, a finales del siglo xiv reverdecían
en Álava con la inserción de los Abendaños en Villarreal,
los Lazcanos en la L l a n a d a y C o n t r a s t a y con la pujanza de
los Butrones en A r a m a y o n a . Y en estos momentos, las parcialidades
vitorianas de Ayala, a d e p t a al b a n d o gamboíno,
y la de Calleja, unida a los oñacinos, iban a luchar d e n t ro
de los muros vitorianos como venían haciéndolo estas banderías
en todo el país «sobre ynvidia e a q u a l varlia más,
como fue a n t i g u a m e n t e por todo el universo M u n d o entre
todas las generaciones que en el avitaron fasta oy, e serán
en q u a n t o el m u n d o d u r a r e » , según palabras del historiador
b a n d e r i z o Lope García de Salazar.
L O S BANDOS EN LA
G E O G R A F Í A URBANA DE V I T O R IA
La pujanza que c a d a p a r t i d o buscaba en la villa suponía,
como el mismo historiador reconoce, «cual valería mas al
poner los oficios». Y para «valer más», Ayalas y Callejas
t r a t a b a n de controlar los puntos más estratégicos de la villa,
las estratégicas puertas de las calles, muros y fortalezas.
Los Ayalas hicieron cabeza de su b a n d o a la calle Correría,
y los Callejas a la Z a p a t e r í a ; y c e l e b r a b a n sus reuniones
y r e c i b í a n los pleitos-homenajes y los j u r a m e n t o s en la iglesia
de San Pedro los Callejas, y en la de San Miguel los Ayalas.
Conserva en efecto San Pedro los escudos de los M a t u r a n a s,
—estrellas y c r u c e s— en lo a l t o de su presbiterio, r e c o r d a n do
que esta familia, una de las más conspicuas del b a n d o de
Calleja, había costeado p a r t e de la actual bóveda. A su vez,
los propios Callejas p a r t i c i p a b a n en la construcción de la
de S a n t a María a juzgar por el escudo (cruz, llaves y castillo),
esculpido en una de las claves.
A L T E R A C I O N E S Y D I S T U R B I OS
Sabemos q u e los vitorianos que no a c u d í a n a la llamada
de tales «apellidos», con sus personas, casas y haciendas,
difícilmente podían evitar las represalias de los bandos;
que las luchas a l t e r a b a n la paz y la seguridad de los a r t e sanos
y del comercio; que nadie se atrevía a salir de noche
ni de día sin a r m a s ; y podemos d o c u m e n t a r asedios de fortalezas,
asonadas callejeras, a l l a n a m i e n t o de casas y otros
a t r o p e l l o s . . .
Así, el día de Navidad de 1406 los Callejas se habían
a p o d e r a d o de la fortaleza de San Vicente, y J u a n de Salinas,
escalando sus muros, se la hizo a b a n d o n a r y la entregó
a la c i u d a d . De esta h a z a ñ a t o m a r o n los Salinas por armas la
t o r r e y la escala que pueden verse en el palacio de Villa
Suso y en el s e p u l c r o d e don M a r t í n de Salinas en la C a t e d r a l.
Un día de enero de 1429 se acusaba ante el Concejo a
Angebín de M a t u r a n a , a su criado J u a n de Villarreal, a
J u a n de Nanclares y a otros vecinos de la villa, seguramente
de la p a r c i a l i d a d de los Callejas, p o r q u e «no h a b í a n q u e r i do
yr a prisión», a p e l a n d o al Concejo. Los j u r a d o s encargados
de prenderlos decían que, según ordenanza, «cualquier que
sacase cuchillo o espada o a r m a o firiese a otro, que yaga
nuebe dias en cadena e p a g u e veinte e q u a t r o maravedís».
R e s p o n d í a a esto el Concejo que «los que sacaren espada
o cuchillo o otra arma en defendiéndose, que non ayan
pena nin yagan en la cadena», acuerdo que nos permite
v i s l u m b r a r , entre las breves líneas de las actas, un alboroto
callejero entre los bandos.
O t r o día de enero de 1429, comparecía a n t e el Concejo
F e r r a n t I b á ñ e z de P e ñ a c e r r a d a , d e n u n c i a n d o que la noche
a n t e r i o r , «estando en sus casas, las p u e r t a s cerradas e en su
fogar a la l u m b r e con otras buenas personas de clérigos de
T r e v i ñ o , que se le e n t r u d i e r o n por la p a r t e de detrás en sus
casas veinte ornes ballesteros e lanceros que dixo que eran
de J u a n de A b e n d a ñ o » ; no contentos con haber allanado
la casa, se h a b í a n i n s t a l a d o en ella, según declaración del
d e n u n c i a n t e , «a su pesar», por lo que pedía ayuda para
arrojarlos de su domicilio. Como puede verse los bandos,
en este caso el d e Ayala, se veían favorecidos por el b a n d e r i zo
A b e n d a ñ o , y por otros nobles de la c o m a r c a « p a r a t i r a n i z ar
la r e p ú b l i c a y sus vecinos, robándoles con d e r r a m a s e imposiciones
», según el P a d r e Vitoria.
D E S P O B L A C I Ó N DE V I T O R IA
Tenemos varios testimonios de una fuerte crisis demográfica
de V i t o r i a que el Concejo t r a t a b a de p a l i a r m e d i a n te
ayudas p a r a los q u e a c u d í a n a h a b i t a r en la villa y a los que
q u e r í a n a b a n d o n a r l a . El manuscrito sobre el linaje de Esquíbel
nos t r a n s m i t e un dato curioso al respecto: en las
cuentas que en 1426 p r e s e n t a b a n los Regidores de la villa,
uno de ellos, el citado Fernán Ibáñez de P e ñ a c e r r a d a , el
u l t r a j a d o en su domicilio c u a t r o años más t a r d e según hemos
visto, se asentaron 270 maravedís entregados el 23 de feb
r e r o del año a n t e r i o r a Diego M a r t í n e z de Heali, cabeza
del linaje de Esquíbel, p o r q u e construía tres casas en la Villa
de Suso, y «al que deficaua una casa la villa le d a b a para
yuda de edeficio nouenta maravedís»; y c u a n d o en 1426
q u e r í a ausentarse de la villa el c a l d e r e r o J u a n de Nanclares,
«por pobreza e mengua que tenía», a c u e r d a el Concejo en
sesión de seis de febrero, prestarle mil maravedís, «porque
se non fuese de esta dha. villa».
T a n difícil situación se exponía al rey en 1423 como efecto
de «pestes, guerras incendios y bandos», cuando se le
pedía la exención de los c u a r e n t a y ocho mil maravedís
de d e u d o y escribanía. Y con ella a r g u m e n t a b a el Concejo
c u a n d o d a b a poder a Angebín de M a t u r a n a para que en
1428 pidiese al rey y su consejo que hiciera a la villa alguna
g r a c i a en el «pedido viejo» por que «se non pierda nin se despueble
del todo, segund que mal pecado esta asaz despobla-
Cerca de este lugar vivió Angebín de Maturana, personaje destacado en la parcialidad
de Calleja.
Subida a Santa Marta desde el Portal de A m a g a , defendido por los Mendozas.
Santa María, Iglesia Mayor viloriana y Colegiata, en la época de los bandos.
Escudo de los Callejas en la Catedral de Santa Marta.
ra 3
da e p e r d i d a » , «yendo los vecinos de la dha. villa a vivir a
Aragón y N a b a r r a ».
LOS BANDOS Y EL G O B I E R N O DE LA VILLA
Los motivos sociales y económicos que enfrentaban a
hidalgos y menestrales r e p e r c u t í a n en la vida política de la
villa. El desempeño de los oficios municipales era objetivo
fundamental en las luchas de bandos y motivo c o n t i n u o de
lucha. Por eso en 1423 los procuradores de los diversos cabildos
gremiales de la villa, algunos con calles propias,
herreros, zapateros, correros, brulleros, cuchilleros, baldreseros.
sogueros, asteros y pellejeros, reunidos en el Convento
de S a n t o Domingo, se q u e j a b a n de q u e no p u d i e n d o trabajar
en sosiego ni a n d a r seguros en mercaderías, se veían muchos
obligados a a b a n d o n a r la villa y se e n c o n t r a b a sólo en ella
«la diezma p a r t e de la c o m p a ñ a que solía h a b e r » ; por ello
r e d a c t a b a n acuerdos y o r d e n a n z a s castigando a los vecinos
de los cabildos que acudiesen al «apellido» de los bandos,
d i s p o n i e n d o que los p r o c u r a d o r e s de los gremios participasen
en el s e ñ a l a m i e n t o de las d e r r a m a s y pronunciándose contra
los «grandes caballeros y prelados y escuderos banderizos
e n t r e q u e había grandes debates y asonadas» en el t e r r i t o r io
alavés con secuelas de lucha en la villa; señalaban además
sabias normas de gobierno en la elección de los oficios,
acuerdos que ratificaba el bachiller en leyes Alvar González
de León, comisionado por J u a n II, a la p u e r t a de su casa
«.en la r ú a de la J u d e r í a » el 14 d e j u l i o de 1423, según documento
conservado en el Archivo de la C i u d a d en un t r a s l a do
de 1476.
Por otra parte a c o r d a r o n en el mismo año 1423 Alvar
González y los vecinos de la villa, que c a d a a ñ o se eligieran
c i n c u e n t a hombres de cada parcialidad y que entre ellos
se d e s i g n a r a n los oficiales del Concejo. Más tarde fueron
t r e i n t a de cada bando y de ellos se n o m b r a b a n dos alcaldes,
uno por Avala y o t r o por Calleja; c u a t r o regidores, dos por
cada bando, y así el resto de los oficios.
Tales acuerdos no t e r m i n a r o n con los altercados en los
momentos de la elección. Leemos en las actas municipales
que al t e r m i n a r el a ñ o 1428 y tener q u e cesar Miguel García
de Estella y Diego Martínez el Mozo, alcaldes de ambos
bandos, los c u a t r o regidores y el resto de los oficiales del
Concejo designados por el p r o c e d i m i e n t o indicado, no había
podido hacerse la elección de los nuevos cargos al comenzar
el año. Y el once de enero se reunió en el convento de San
Francisco el A y u n t a m i e n t o saliente con muchos vecinos distinguidos
citados n o m i n a l m e n t e en el acta, «y otros muchos
vecinos, seyendo cerradas las puertas de la villa e llamados
a concejo». La situación era difícil, p o r q u e si por un lado los
bandos y parentelas se d i s p u t a b a n los nombramientos, el
Ballestero Mayor J u a n de Abendaño había e n t r a d o con su
gente en la villa en apoyo de los Avalas y, a l a r d e a n d o de
fuerza, a t e m o r i z a b a a los del b a n d o c o n t r a r i o con atropellos
tales como la e n t r a d a en las casas de F e r n á n Ibáñez de Peñ
a c e r r a d a , uno de los Regidores salientes.
T o d o era inquietud en la villa y por eso el martes once
de enero había a c u d i d o al Concejo tal concurso de vecinos,
que la reunión hubo de t r a s l a d a r s e desde la sala del convento
d o n d e h a b i t u a l m e n t e se c e l e b r a b a n las sesiones, al coro y
d e l a n t e del a l t a r mayor, « p a r a que la gente mejor copiese».
P a r a poder proceder con paz y sosiego a la elección del
n u e v o a y u n t a m i e n t o , se a c o r d ó que salieran de la villa al
día siguiente A b e n d a ñ o y su gente más las cinco personas
más c a r a c t e r i z a d a s de c a d a b a n d o , c o n c r e t a m e n t e J u a n Martínez
de V e r g a r a y J u a n de V e r g a r a su hijo; Angebín Sánchez
de M a t u r a n a y Diego Sánchez su h e r m a n o y Ochoa
M a r t í n e z de Maestu como cabezas del b a n d o de los Callejas;
los bachilleres J u a n M a r t í n e z de Álava y Mateo Pérez de
Aramayo, F e r n á n M a r t í n e z de Ali, Diego Sánchez de Zuazo
y J u a n Pérez de O ñ a t e d e b í a n a b a n d o n a r asimismo la villa
como miembros significados del b a n d o de Ayala.
F u e r o n requeridos en el acto algunos de éstos y J u a n de
A b e n d a ñ o ; y a u n q u e dijo éste que se sentía injuriado por
ser t r a t a d o igual que Angebín Sánchez, prometió avenirse
con lo a c o r d a d o y dejar Vitoria «saliendo antes quel los
sobredichos», miembros del bando de Calleja. Recibieron
éstos la notificación del a c u e r d o en la iglesia de San Pedro
y, considerándose ultrajados, dijeron «que salir era a ellos
infamia y q u e r e s p o n d e r í a n para o t r o día miércoles».
No sabemos q u é p u d o suceder en los once días siguientes,
p o r q u e el acta fechada el veintitrés de enero nos dice que
en esa lecha fueron elegidos por alcaldes Diego Alfonso de
L u b i a n o y J u a n Martínez de Vergara, designado éste la
semana anterior entre los hombres peligrosos por su fuerza
y e n t r e los q u e se compelía a a b a n d o n a r la villa.
I n c i d e n t e s como el s e ñ a l a d o d e b i e r o n repetirse a lo largo
de todo el siglo xv, a u n q u e la ausencia de las actas municipales
nos impida documentarlos p u n t u a l m e n t e.
E L C A P I T U L A D O DE 1476
T r e s veces, en los meses de j u n i o , j u l i o y agosto de 1476
estuvo el rey d o n F e r n a n d o el Católico en Vitoria. Al p a r t ir
de ella dejó en la ciudad a los doctores del Consejo Real
J u a n Díaz de Alcocer y Micer Azamar para t r a t a r de la
e x t i n c i ó n de los bandos, asesorados por el licenciado Diego
M a r t í n e z de Álava y por el bachiller Miguel Pérez de O ñ a te
sobre el estado de la ciudad. Entonces, deseando remediar
los males que Vitoria padecía, acordaron los vecinos, por
consejo de los j u r i s t a s del rey, a p a r t a r s e de p a r e n t e l a s , bandos
y apellidos. Tras de haberlo j u r a d o solemnemente en
San Miguel y en San Pedro, los doctores, el licenciado y
el bachiller r e d a c t a r o n unos capítulos q u e los vecinos loaron,
a p r o b a r o n y pidieron al rey que les o t o r g a r a su refrendo.
Se s u p r i m í a n en ellos los apellidos y p a r c i a l i d a d e s para
l l a m a r s e «vitorianos» todos los vecinos de la ciudad «por
ser este su a p e l l i d o h o n r a d o » del que se h a b í a n preciado sus
antecesores, y r o g a b a n al rey que les levantase las obligaciones,
promesas, j u r a m e n t o s y pleitos homenajes que tenían
hechos en tiempo de tales bandos.
Pedían también al rey que para q u i t a r la memoria de
linajes y extirpar discordias y diferencias, hubiera en el
Concejo sólo un alcalde, dos regidores, un p r o c u r a d o r , un
merino, dos alcaldes de H e r m a n d a d cada seis meses y un
escribano, elegidos el día de San Miguel para ejercer sus
oficios hasta el mismo día del año siguiente.
Torre de ios Andas, en el acceso a Santa María desde el Portal de Arriaga.
La «Torre de Doña Ochanda», defensa del Portal de A/dave.
La elección h a b l a de realizarse en la iglesia de San Miguel
con arreglo a las normas establecidas en el C a p i t u l a d o . Se
s o r t e a b a entre el alcalde, los regidores y el p r o c u r a d o r del
A y u n t a m i e n t o saliente, cuál d e b e r í a ser elector; y éste, tras
de j u r a r sobre la forma consagrada colocada sobre el a l t ar
mayor, que o b r a r í a lealmente según su e n t e n d e r , n o m b r a ba
a c u a t ro personas que, después de emitir sus j u r a m e n t os
de la misma m a n e r a q u e el elector, escribían s e p a r a d a m e n te
y sin comunicación entre sí diez papeles cada uno, con los
nombres de otros tantos vecinos q u e j u z g a b a n idóneos para
el desempeño de los oficios. Primero se i n t r o d u c í a n en un
c á n t a r o los c u a t r o correspondientes al cargo de alcalde,
ele los q u e un niño sacaba u n o ; después los ocho de los regidores,
de los q u e se e x t r a í a n dos, y así sucesivamente para
c a d a uno de los oficios, q u e m á n d o s e allí mismo las treinta
p a p e l e t a s sobrantes. Los elegidos t e n í a n q u e a c e p t a r y j u r ar
sus cargos en el mismo acto, tras de lo q u e q u e d a b a n nombrados
p a r a un año en el ejercicio del oficio designado.
Se disponía también en el C a p i t u l a d o que no p u d i e r an
e n t r a r todos los vecinos en los Ayuntamientos del Concejo
p a r a evitar el desorden y la confusión que ello p o d r í a a c a r r e a r.
Sólo p o d r í a n hacerlo once d i p u t a d o s designados por sorteo
en el acto señalado «entre t r e i n t a hombres de los más ricos
e abonados e d e b u e n a fama e conversación», elegidos por el
alcalde, regidores y p r o c u r a d o r salientes, sin tener en c u e n ta
linajes ni parentelas. E n t r e estos d i p u t a d o s se s o r t e a b a n los
cargos q u e d u r a n t e el año p o d í a n vacar por m u e r t e o ausencia
de los titulares.
R e g l a m e n t a b a también el C a p i t u l a d o la provisión de las
diez escribanías de la ciudad, la custodia de las llaves del
a r c h i v o que, g u a r d a d a s hasta entonces por un hombre del
b a n d o de Ayala y o t r o de Calleja, deberían pasar después
del C a p i t u l a d o al c u i d a d o de los dos regidores, y se dispon
í a n otros extremos dirigidos al b u e n g o b i e r n o d e la ciudad.
Este C a p i t u l a d o , o r d e n a d o en Vitoria el p r i m e r o d e octubre
de 1476, recibía la a p r o b a c i ó n real el veintidós del mismo
mes y año. No o b s t a n t e , la reina Isabel en dos c a r t a s de 1479
conservadas en el Archivo de la C i u d a d , y ambos reyes en
provisiones custodiadas en Simancas y fechadas en el mismo
a ñ o 1479, a l u d e n y compelen al c u m p l i m i e n t o del Capitul
a d o por petición de los vecinos de la ciudad, apoyados
por la justicia real en la g u a r d a de los nuevos Capítulos
y O r d e n a n z a s.
A su vez el Concejo, en noviembre del mismo año de
1479, ratificaba el compromiso y acuerdo de cumplirlos
p a r a evitar «ruidos, escándalos y muertes» según se lee en el
Libro de Acuerdos de aquel año. Y a p a r t i r del C a p i t u l a d o se
ajustaron a sus normas d u r a n t e siglos las elecciones de los
oficios del Concejo, celebradas el día de San Miguel en la
forma concertada en 1476.
M i e n t r a s , se o l v i d a b a n definitivamente los bandos que
a l t e r a r o n la vida de la c i u d a d y produjeron en ella trances
amargos, bullicios, alborotos y muertes en los finales de la
Edad Media vitoriana, por la sensatez y buen sentido del
C a p i t u l a d o que ahora cumple quinientos años.
MICAELA JOSEFA PORTILLA
INDUSTRIAS EN
EL PASADO VITORIANO
Artesanos vitorianos en el medioevo
La «Nueva Victoria» de 1181, s a b i a m e n t e erigida por
don Sancho VI de N a v a r r a , como vigía de la L l a n a d a Occid
e n t a l y sus caminos, h a b í a a m p l i a d o su p r i o r i d a d funcional
defensiva apenas cumplidas dos décadas de su existencia
u r b a n a .
En fecha poco posterior a 1200 a b r í a sus p u e r t a s al pequeño
a r t e s a n a d o que, buscando seguridad y franquicias reales,
se a s e n t a b a e n t r e la orilla d e r e c h a del Z a p a r d i e l y el m u r o alto
de la villa-fortaleza de Sancho el Sabio, e s t r e n a b a vida nueva,
y a b r í a sus talleres y tiendas en las calles C o r r e r í a , Zapat
e r í a y Herrería.
Medio siglo después afluían nuevas oleadas de maestros
y oficiales que a l i n e a b a n sus o b r a d o r e s y puestos de venta en
la Cuchillería, Pintorería y calle Nueva, c o m p l e t a n d o el
cerco de la Vitoria artesana, especialmente dedicada a los
oficios que a ú n r e c u e r d a n los n o m b r e s de sus calles.
La vitalidad industriosa de la población v i t o r i a n a debió
d e s b o r d a r muy pronto el recinto a m u r a l l a d o de la villa.
Tenemos noticia documental de los curtidores, olleros, tintoreros
y barberos q u e , por una provisión de los Reyes Católicos
fechada en Nájera en 11 de enero de 1484, vivían en
el « b a r r i o de abaxo», fuera de los muros de Vitoria, ya ciudad.
Con a u t o r i z a c i ó n real, o t o r g a d a en el mismo d o c u m e n t o,
p o d í a n habitar también en el mismo b a r r i o otros «oficiales
de manos», tundidores, ballesteros, armeros, espaderos y
coraceros «solamente hasta q u a t r o vezinos que tengan alli
casas suyas propias o de sus mugeres», n ú m e r o y límite cuya
i n t e r p r e t a c i ó n iba a promover serios pleitos documentados
en el Archivo Municipal.
La ballestería vitoriana
Varios de estos oficios se m a n t e n í a n pujantes en la Vitoria
del siglo xvi. N o podemos señalar el m o n t a n t e productivo
de la ballestería v i t o r i a n a, pero sabemos que de sus talleres
salían obras de gran aprecio y calidad. Para muestra un
d a t o : el embajador vitoriano d o n M a r t í n de Salinas quería,
en 1533, obsequiar al Rey de Romanos don F e r n a n d o con
unas ballestas; tan especial c u i d a d o había puesto en su fabricación,
que escribía al Rey al enviárselas que si no qued
a b a satisfecho de ellas, «no esperaba en su vida que de
ballesta a l g u n a tuviese c o n t e n t o » . Pues bien, Salinas, conocedor
de las obras de los artesanos de Vitoria, mandó aquí
las vergas labradas, según dice a don Fernando, «por el
m a e s t r o mejor que agora hay en España, y por nunca labró
tal verga como esta q u e a V . M . se e n v í a » ; y las remitía
a Vitoria, para «que conforme a las vergas se hagan las
c u r u e ñ a s » : es decir, q u e en n u e s t r a c i u d a d se p o d í a n fabricar
los mejores armazones para las mejores ballestas, destinadas
a uno d e los reyes más poderosos d e Europa.
Partidas sacramentales y protocolos nos t r a n s m i t e n los
nombres de varios ballesteros vitorianos del momento;
e n t r e ellos citaré a algunos destacados. Ballestero era. a
lines del siglo XV, J u a n Pete/, de Oñate, padre de Malina
y Juana Pérez de O ñ a t e . las fundadoras del primitivo Convento
di' S a n t a C r u z ; J u a n Pérez de O ñ a t e era conocido
por el s o b r e n o m b r e de «el Ballestero», con el q u e figura en
¡a crónica de fray J u a n de V i t o r i a . Su hijo, l l a m a d o también
J u a n Pérez de O ñ a t e , aparece expresamente con su
oficio de ballestero e n t r e los testigos del protocolo de compra
de las casas en q u e sus hermanas fundaron el p r i m i t i v o beaterío,
más t a r d e Convento de Dominicas. Y poco después
hallamos en la n ó m i n a de Cofrades del Rosario a o t r o ballestero,
J u a n de G u e v a r a , que debía ser h o m b r e destacado
en el oficio p o r el q u e sin d u d a se le conocía t a n t o como por
su nombre en la Vitoria de 1539, a ñ o e n q u e se asienta,
j u n t o con su oficio, en el registro de la Cofradía. Estos y
otros oficiales m a n t e n í a n la a l t a c a l i d a d y estima de las ballestas
vitorianas c u a n d o d o n M a r t í n de Salinas escribía al
rey don F e r n a n d o .
Tenerías y oficios afines
Diversas hermandades y cofradías a g r u p a b a n en el siglo
xvi a los a r t e s a n o s de V i t o r i a . Entre otras, q u e r e u n í an
a clérigos, escribanos, médicos, cirujanos, barberos, labradores,
carpinteros o entalladores, encontramos document
a d a s en 1591 tres dedicadas a la « a d o b e r í a » , manufacturas
de la piel e industrias d e r i v a d a s : la d e S a n Crispín y S an
Crispiniano, con a l t a r en S a n t o Domingo, en la q u e e n t r a ban
zapateros, curtidores, agujeteros y guanteros, la de
«San Llórente de las T e n e r í a s » , y la d e S a n t a Águeda, q u e
e n c u a d r a b a n a los z a p a t e r o s y a los c u r t i d o r e s de aquel bar
r i o , en cuyas proximidades, en las «eras de Aldabe», trab
a j a b a n también entonces cordeleros y sogueros.
A p a r t e de sus objetivos espirituales, tenemos datos de
los cometidos laborales de estas cofradías, ejercidos hasta
época muy cercana a nosotros. Así, en la sesión del A y u n t a miento
v i t o r i a n o celebrada el 31 d e m a r z o de 1792, se est
u d i a b a un memorial cuidadosamente dispuesto, emitido
al Concejo por los cofrades de S a n t a Águeda, informando sobre
el e s t a d o de las a d o b e r í a s vitorianas \ de sus posibles mejoras.
Componían entonces la H e r m a n d a d , ya doblemente
c e n t e n a r i a c u a n d o menos, veintidós cofrades curtidores que,
e x t r a m u r o s de la c i u d a d , poseían «treinta y ocho caleros»,
«doce boticas» y «veinticinco roques», cuyas instalaciones
y materiales i n t e n t a b a n mantener en su mejor estado y p u j
a n z a , en beneficio de los cofrades.
Cereros y confiteros
Tenían también importancia en la c i u d a d desde el siglo
XVI las i n d u s t r i a s de la cera. Conocemos el nombre del
cerero Cristóbal de A i r a d a quien, según tradición recogida
por fray Juan de M a r i e t a , vio m u l t i p l i c a r s e la c e r a comprada
al boticario Escoriaza. mientras fabricaba los cirios para la
Cofradía del Rosario el 1 d e febrero de 1513. Por cierto,
que en la botica de Escoriaza hallamos una p r i m i t i v a industria
química vitoriana ya a finales del siglo x v : una p r o visión
de los R e \ e s Católicos conservada en el Archivo de
Simancas en el Registro General del Sello, responde, en efei -
to, a la d e m a n d a de «ciertos moros» que, en 1491. estaban
quejosos de q u e J u a n López d e Escoriaza. vecino d e Vitoria,
no les facilitaba alcohol para hacer barro vidriado en
« H a r o , Herce y Bañares».
Las cererías vitorianas eran ya entonces, y seguían siéndolo
dos siglos más tarde, objeto de especial cuidado por
p a r t e del Concejo de la c i u d a d . Kl c a p í t u l o 66 d e las O r d e nanzas
confirmadas en 1747 se refiere a las visitas que, a los
o b r a d o r e s de los cereros, debían realizar, dos veces en el
año, el alcalde, regidores y capitulares, «llevando para el
conocimiento de la cera que se labra una persona de inteligencia
».
raí 1792 los maestros cereros de la c i u d a d , representados
por Alejandro González de Lopidana y J o a q u í n María
U g a r t e de Idígoras, pedían al Concejo la a p r o b a c i ó n de las
O r d e n a n z a s recientemente reformadas del gremio y oficio,
cuya práctica d u r a n t e el siglo x i x . iba a unirse, cada vez más.
a la i n d u s t r i a confitera ya de vieja solera en Vitoria.
La elaboración de confituras y dulces puede documentarse,
en efecto, desde el siglo xvi por lo menos. T e n í a n ya
fama en 1615. C u a n d o pasaba por Vitoria la princesa dona
Isabel de Borbón, que venía a casarse con el Príncipe de
Asturias, el que después sería Felipe IV, entre el a p a r a to
cortesano, los alardes, las vestiduras de tela de plata de
Milán, brocado y terciopelo con p a s a m a n e r í a de oro, v los
ricos aderezos de las g u a l d r a p a s descritos cuidadosamente
por Pedro M a n t u a n o en su relato recientemente publicado
por J u l i o Santoyo. figura un d a t o que asombró al autor
y a sus compañeros de viaje: «la merienda abundantissiina
de dulces» con que Vitoria obsequió a la princesa. Fue tan
copiosa que, «después de averse c u b i e r t o ocho búleles se
hinchó todo el suelo de la sala de caxas y canastos llenos de
conservas, cosa que espantó a todos los cortesanos que la
vieron».
Si con dulces de Vitoria se c o n v i d a b a a príncipes, también
con un presente de dulces reconocían el c u r a y los feligreses
de San Miguel su a g r a d o al recibir la o b r a del retablo
mayor de la iglesia, t e r m i n a d o en 1632. Para manifestar su
a g r a d e c i m i e n t o a los a u t o r e s , G r e g o r i o F e r n á n d e z , escultor,
y J u a n de Velázquez. e n s a m b l a d o r y a r q u i t e c t o , les ofrecier
o n ochocientas nueces moscadas y alcorzadas o confitadas,
por las q u e pagaron doscientos diez reales, c a n t i d a d respet
a b l e q u e da fe de la exquisita e l a b o r a c i ó n y d e l i c a d o aderezo
de los frutos del obsequio.
Las O r d e n a n z a s de 1747 se ocupan de m a n t e n e r en su
total prestigio y fama la industria confitera de Vitoria. En
el capitulo I Kl se d e t e r m i n a n las medidas de las cajas de
jalea y conservas de frutas fabricadas en la c i u d a d , productos
q u e en todo tiempo y lugar venían teniendo «especial estimación
», según reconoce el referido capítulo. Para evitar
las mezclas de frutas que «había discurrido la ambición»,
y para que los artífices de los envases o cajas de madera no
las labrasen «baxas (le cerco, defectuosas de fondo», o con
merina «en la extensión de su redondez», d e t e r m i n a la Ord
e n a n z a que el Procurador General entrase, con persona
conocedora de estas industrias, «en qualesquiera de las casas
d o n d e se fabricare el material de dichas caxas y en las que
se hicieren dichas conservas», al objeto de reconocer el proceso
de su elaboración.
Conocemos cuál era la producción de los obradores \ el
nombre de muchos confiteros de los últimos años del siglo
xvill. momento en que se a p r o b a b a n las O r d e n a n z a s del
gremio. Dice Landázuri en 1798 q u e las cajas de albérchigo,
melocotón, pera, ciruela, membrillo, jalea y espuma ela«
. . . y abría sus talleres y tiendas en las calles Correría...»
horadas en un año, ascendían a p r o x i m a d a m e n t e al medio
millón, que se vendían, «con estimación notoria», en diferentes
partes del reino. Los envases redondos de madera
se f a b r i c a b a n en la misma c i u d a d , a u n q u e t a m b i é n se v e n d í an
confituras y almíbares diversos en «tarros y potes de loza,
T a l a v e r a , y vidrio». Por entonces, se p r e p a r a b a n además
en V i t o r i a dulces secos de diferentes géneros, de consumo no
sólo en el país, sino fuera de él.
R e p a s a n d o las actas del A y u n t a m i e n t o en estos años
de pujanza de la i n d u s t r i a de dulces, hallamos quiénes eran
los más prestigiosos confiteros de la ciudad, propuestos cada
a ñ o p a r a el ejercicio de los cargos de mayordomos veedores
del gremio y de sus obradores. A p a r t i r de 1801, después de
a p r o b a d a s las nuevas O r d e n a n z a s de los Confiteros Vitorianos
por el Real y Supremo Consejo de Castilla, estos
mayordomos veedores, elegidos según el a r t í c u l o 2.° de su
C a p i t u l a d o , d e s e m p e ñ a b a n sus oficios desde el día de San
P r u d e n c i o de c a d a a ñ o hasta la misma festividad del siguiente,
en honor al «Glorioso San P r u d e n c i o , P a t r o n o de esta referida
C i u d a d y del e n u n c i a d o gremio», según se declara en el
a c t a correspondiente.
Industrias «dirigidas».
Lencería, ferretería, «silletería»
A finales del siglo x v m t o m a b a c u e r p o u n a de las industrias
más características de la c i u d a d : la fabricación de sillas de
V i t o r i a .
Esta m a n u f a c t u r a iba a p e r d u r a r sobre las de lienzos y
vasijas de chapa de hierro debidas al impulso y a la dirección
de la Real Sociedad Bascongada de los Amigos del
País.
El proteccionismo estatal a la i n d u s t r i a , que en la Francia
de Colbert había creado nuevas fábricas y potenciado
r a m a s de la p r o d u c c i ó n decaídas, h a b í a p r e s e n t a d o una vert
i e n t e nueva en el Despotismo I l u s t r a d o , la promoción «desde
a r r i b a » de m a n u f a c t u r as reales dirigidas a la protección del
pueblo, «sin el pueblo», y al fomento de las riquezas de los
países en bien de sus h a b i t a n t e s . La pujanza de las industrias
dieciochescas de paños, telas, tapices, porcelanas y cristales
en las fábricas reales ofrecía ejemplos vivos de protección
a la i n d u s t r i a , que en los Estatutos de la Real Sociedad iba
a tomar nuevos matices científicos y humanos.
En los momentos difíciles de ajuste de la mano de obra
a la revolución tecnológica, la Sociedad iba a alentar,
t a m b i é n «desde arriba», el establecimiento, la perfección
y después la i n d e p e n d e n c i a de nuevas industrias, en ambiciosos
proyectos dirigidos a enriquecer el país y, a n t e todo,
a la promoción de las gentes. Sus Estatutos h a b l a n , en efecto,
de la perfección y progreso de la a g r i c u l t u r a , la industria,
el comercio, las ciencias, las artes y todo c u a n t o se dirija a
mejorar las condiciones de vida de los hombres.
A t e n d i e n d o a tales directrices, el T í t u l o correspondiente
a la Comisión de I n d u s t r i a y Comercio se refiere a la promoción
de «todos los ramos capaces de a t r a e r conveniencias y
riquezas del país, d a n d o siempre preferencia a los más asequibles
y a los q u e por la facilidad de sus operaciones presten
ocupación a los ancianos, los estropeados, las mugeres y los
niños». Entre estas manufacturas, debían preferirse aquellas
«cuyos objetos p r i m o r d i a l e s y m a t e r i a s primeras» prestase
el mismo país. Y así, buscando el a p r o v e c h a m i e n t o de los
productos de la tierra, y ofrecer t r a b a j o a d e c u a d o a cuantos
lo necesitaban, se planteó en diversas J u n t a s de la Sociedad
la erección en Vitoria de fábricas de mantelerías, ferretería,
listonería y «silletería».
Las sillas de Vitoria
La industria que, i m p l a n t a d a por la Sociedad, creció,
persistió, salió de los límites locales a lo largo de todo el
siglo xix y dio origen a la industria del mueble vitoriano,
fue la manufactura de sillas de junco.
Ya en las J u n t a s de la Bascongada de 1772, d a b a cuenta
la Comisión de I n d u s t r i a de que «con noticias traídas de
H o l a n d a y con el auxilio de un Maestro d i e s t r o Bascongado
y algunos oficiales conducidos de fuera del Reyno», se había
logrado hacer sillas de junco que ya e r a n «muy buscadas de
M a d r i d y otras partes», y q u e , l l e v a n d o a d e l a n t e el proyecto,
se iba estableciendo una fábrica formal de esta manufactura,
q u e había e n t r a d o en funcionamiento a principios de junio
de 1772.
En 1773 el taller estaba en pleno auge. En poco más de
un año, al celebrarse las J u n t a s de la Bascongada, había
pasado de tres operarios a catorce trabajadores continuos,
cuya obra se pedía con preferencia sobre la que venía de
H o l a n d a , porque la de la nueva fábrica vitoriana la avent
a j a b a «en perfección y comodidad de precio».
En 1774 llevaba ya trabajadas doscientas ochenta y
cinco docenas de sillas, a p a r t e de otros muebles, y el importe
de las vendidas a l c a n z a ba 59.071 reales y medio de vellón.
La materia prima, a p a r t e de la m a d e r a del país, era el j u n co
del Z a d o r r a y otros ríos, «en o t r o tiempo producción inútil
y a u n perjudicial a la c o r r i e n t e de los ríos». En las mismas
J u n t a s se propone a u m e n t a r la producción y extender la
fabricación, para lo q u e se a m p l i a b a el suelo del taller hasta
d a r l e una c a p a c i d a d para treinta obreros. T a n halagüeños
resultados movieron a la J u n t a a o t o r g a r a Francisco d e Elorza,
maestro del taller desde sus comienzos, u n a de las medallas
de plata que la Real Sociedad destinaba a premios.
En 1775 se fabricaban en el taller de Elorza, ademas de
las sillas de j u n c o , otras que i m i t a b a n a las i m p o r t a d a s de
Francia y Holanda, «con asientos y respaldos entretexidos
a manera de red», a p a r t e de «varios géneros de muebles»,
en los q u e se e m p l e a b a no sólo la madera de nuestros montes
sino otros materiales de fuera «trabajándolos y lustrándolos
con todo p r i m o r » . Por esto, los catres, cómodas y otros muebles
de Vitoria habían a d q u i r i d o , lo mismo que las sillas,
«singular estimación por la solidez y hermosura de sus
efectos».
En 1779 tenía la fábrica veintisiete oliciales y tres aprendices,
a p a r t e del maestro Elorza. Tal personal, «con sus
mujeres e hijos», componían setenta y ocho operarios dedicados
a la industria sillera y del mueble. Hasta aquel año
se h a b í a n t r a b a j a d o 20.929 sillas, q u e con los c a t r e s , cómodas
v otros géneros de muebles, habían permitido el ingreso de
298.492 reales de vellón.
En Arlucea, M a r q u í u e z , U r a r t e , Laño. Berroci. las \ l í galas
y Apellániz, se o c u p a b a n de c o n t i n u o veintiocho vecinos
en la c o r t a y p r e p a r a c i ó n de la m a d e r a para los a r m a z o nes
d e las sillas fabricadas en Vitoria. Estos vecinos con sus
familiares a l c a n z a b a n el n ú m e r o de ciento nueve personas,
q u e percibían a n u a l m e n t e 15.000 reales de vellón por el
material c o n d u c i d o a la fábrica. La corta del junco para los
asientos de las sillas p r o p o r c i o n a b a a los labradores de las
riberas de los ríos alaveses 3.000 reales anuales. Con esto,
Lencero represeníado en una clave de la «Casa del Cordón».
Emblema de la Real Sociedad Bascongada de Amigos del País.
la i n d u s t r i a de sillas de Vitoria empleaba brazos y recursos
no sólo en la c i u d a d sino en distintos puntos del campo
alavés.
Pero el aspecto más i m p o r t a n t e era el r e l a t i v o a la promoción
y e m a n c i p a c i ó n de los t r a b a j a d o r e s . H a s t a el mismo
a ñ o 1779 se habían casado diecisiete «mancebos, oficiales
silleros», formados en la fábrica, de los cuales seis se h a b í an
establecido fuera de ella.
Tal fue un p u n t o de a r r a n q u e en la i n d u s t r i a del mueble
vitoriano. Los oficiales de esta n a c i e n t e r a m a , perfeccionados
en su a r t e en la Escuela de Dibujo, impulsada t a m b i é n en
su origen por la Real Sociedad Bascongada, llegarían a
p r o d u c i r no sólo sillas y sofás estimados en toda España,
sino muebles de maderas ricas y de calidades altas en su elaboración
y estilo.
Tenemos, al efecto, exacta noticia de las fábricas de sillas
y muebles diversos existentes en V i t o r i a sesenta años después
de la creación del taller de Elorza, con el n ú m e r o de operarios,
la producción de cada establecimiento, y el precio de
sus manufacturas, d o c u m e n t a d o todo ello en un legajo de
1832 conservado en el Archivo del Ayuntamiento.
Había ya entonces en la c i u d a d c u a t r o fábricas de sillas
de j u n c o . La de la V i u d a de Elorza y Sobrinos, sucesora de
la fundada por Francisco de Elorza; tenía doce oficiales y
dos aprendices. No era la más i m p o r t a n t e de la c i u d a d porque
otra, la de Eugenio Pérez, o c u p a b a veintidós personas
y, a p a r t e de camas, cómodas y mesas, fabricaba al año un
millar de sillas y más de cien sofás e m p l e a n d o t a b l a del país,
nogal, cerezo, haya o roble, y materiales procedentes de
u l t r a m a r como el s á n d a l o o la m a d e r a de Campeche. Otras
dos fábricas, la de Santiago de Escoriaza, con tres oficiales,
tres aprendices y u n a producción de mil c u a t r o c i e n t a s sillas
y de v e i n t i c u a t r o a t r e i n t a sofás al año, y la de Pedro O r t iz
de E c h a v a r r í a que, con ocho hombres producía cuarenta
y siete docenas de sillas y dos docenas de sofás, t r a b a j a b an
sólo con materiales del país, en los géneros finos, entrefinos
y ordinarios, sin llegar a las sillas especiales de la fábrica de
Eugenio Pérez, de cincuenta reales c a d a una, ni a los sofás
de doscientos reales que salían del mismo taller.
La industria sillera tuvo por último representación especial
en la Exposición V i t o r i a n a de Bellas Artes e I n d u s t r i a,
c e l e b r a d a en 1867. Sillas, sillones, butacas y taburetes fig
u r a r o n entre las obras de los artesanos expositores como
muestra de una industria, entonces ya secular, y a r r a i g a da
a fondo en la vida económica de la ciudad.
La fábrica de mantas del Hospicio
El mismo espíritu que promovió, fundó y protegió en
sus primeros pasos a estas industrias, dio origen también
a los talleres establecidos en el Hospicio vitoriano, creación
a m p l i a m e n t e expuesta y c o m e n t a d a en las Actas de la Real
Sociedad Bascongada del año 1780.
La Diputación de Pobres de Vitoria, fundada tres años
antes, había hallado el medio más digno de socorrer a los
necesitados. T o m a n d o modelo de la obra realizada en la
p a r r o q u i a de San Sulpicio de París, y a u n s u p e r á n d o l a , prop
o r c i o n a b a t r a b a j o a los indigentes y a p r e n d i z a j e con buenos
maestros a los muchachos capaces de a p r e n d e r oficio. A los
adultos que p o d í a n t r a b a j a r se les facilitaban «los materiales
e instrumentos necesarios para su más útil ocupación».
Si tenían comodidad en sus casas se les e n t r e g a b a n para el
t r a b a j o en sus propios domicilios, y si carecían de lugar
a d e c u a d o p a r a realizar sus tareas, se r e u n í a n en un «labora«
...fundamentos del actual desarrollo de la industria vitoriana...»
t o r io c o m ú n » con tornos, telares y otras m á q u i n a s , q u e brind
a b a n a los necesitados «ocupación p r o p o r c i o n a d a a sus
fuerzas», con j o r n a l e s , premios y otros estímulos.
Estos talleres q u e d a r o n establecidos en el Colegio de
San Prudencio, franqueado a la D i p u t a c i ó n de Pobres por
los p a t r o n o s de aquella fundación. Por p r i n c i p i o , sus industrias
no d e b í a n perjudicar a las existentes en la ciudad «por
la visible ventaja de que alli se e x e c u t a r í a n las mas costosas
m a n i o b r a s por operarios mantenidos a expensas de la caridad
». Por eso la Diputación de Pobres «llevó la máxima»
de ocupar a sus protegidos en industrias desconocidas a los
demás vecinos, o, en el caso de t r a t a r s e de manufacturas
establecidas en V i t o r i a , la d e sacarlas fuera de ella o e n t r e garlas
a vecinos del mismo oficio p a r a que las v e n d i e r a n a
los mismos precios con que d a b a n salida a las suyas.
Así se «restableció» en el Hospicio la fábrica de tejidos
de lana que había existido en la ciudad en otros tiempos y
de la que no q u e d a b a vestigio. La lana p r o d u c i d a en la provincia
t e n d r í a una salida d i r e c t a en esta i n d u s t r i a , y el costoso
material, la m a q u i n a r i a , los artífices y los locales que
la puesta en marcha de esta m a n u f a c t u r a exigía, podrían
adecuarse, mejor que por particulares, por la Diputación
de Pobres, dispuesta a «ocupar al pueblo, enriquecerlo y
a u m e n t a r l o » .
Cuajó este proyecto, y en 1832 había en la Casa de Pied
a d dos fábricas, u n a d e velas, y o t r a , la más a c t i v a , d e m a n tas.
T r a b a j a b a n en la p r i m e r a c u a t r o personas q u e e l a b o r a b an
al año 23.800 velas y 800 libras de sebo p a r a carruajes, y,
en la de m a n t a s , c i e n t o veintisiete personas q u e d a b a n salida
a 1.416 m a n t a s de lana, fabricadas al estilo de las de Palencia,
y 16 piezas de sayales y otros tejidos, según declaración
del mayordomo en respuesta al formulario pedido por el
A y u n t a m i e n t o en aquel año.
Un precedente curiosa
Como dato final, señalaré la existencia en Vitoria de
una fábrica de naipes ya en 1832.
E n t r e los silleros y ebanistas, cereros y confiteros, curtidores
y guarnicioneros, herreros, c a r r e t e r o s y otros oficiales
que, en medio c e n t e n a r de fábricas, formaban la población
l a b o r a l de Vitoria en aquel año, figura la m a n u f a c t u r a de
naipes en el taller de S a t u r n i n o O r m i l u g u e . O c u p a b a tan
sólo a dos j o r n a l e r o s y producía a n u a l m e n t e cuatrocientas
docenas de naipes, e m p l e a n d o como materiales «papel, har
i n a y colores» ,y v e n d i e n d o los naipes d e p r i m e r a c a l i d a d a
veinte reales docena, los de segunda a doce reales, y los de
tecera a cinco reales y medio.
* * *
Talleres tradicionales vitorianos, exponentes del talante
industrioso y de la actividad laboral, familiar casi, de la
V i t o r i a de a n t a ñ o ; m a n u f a c t u r a s nuevas, eficazmente dirigidas
a la promoción del pueblo m e d i a n t e el trabajo que
estimula y dignifica. Precedente doble de la iniciativa part
i c u l a r y del impulso institucional, fundamentos del actual
desarrollo de la industria vitoriana.
MICAELA JOSEFA PORTILLA
ESCUELAS DE VITORIA
Esfuerzos y realidades
Palacio de Escoriaza-Esquibel.
Grupo «Sania María de Vitoria».
La t r a y e c t o r i a ascendente q u e en la Enseñanza Primaria
venía marcándose en Vitoria, sobre todo desde comienzos
de siglo, ha e x p e r i m e n t a d o en estos últimos años un salto
e s p e c t a c u l a r .
A p a r t i r de 1960, los proyectos, las construcciones y las
dotaciones escolares han d e s b o r d a d o el m a r c o de lo previsible
y, en esfuerzo sin precedentes, han saltado hasta lo inédito,
a d i v i n a n d o necesidades y soluciones en la tarea de esc
o l a r i z a r a la población infantil de la nueva Vitoria.
Los Colegios Nacionales que, en inverosímiles plazos de
construcción, nos s o r p r e n d e n c a d a día, son los resultados tangibles
de una tradición v i t o r i a n a de interés por la enseñanza
y de u n a p o s t u r a secular siempre a b i e r t a a las necesidades y a
las innovaciones de cada momento, o r i e n t a d a hoy hacia más
de diez mil escolares y a los objetivos actuales de la Educación
General Básica.
UNA T R A D I C I Ó N S E C U L A R . - E l simple repaso de las
actas municipales y de los expedientes de la Sección de Instrucción
del Archivo del A y u n t a m i e n t o , nos permite contemplar
realidades educativas en la historia vitoriana que,
a ú n pasadas, perviven v i r t u a l m e n t e en nuestro presente.
Hechos y situaciones de otros tiempos, q u e p e r d u r a n porque
crean tradición, configuran estilo y consagran un proceder,
en posiciones de a v a n z a d a , por p a r t e del M u n i c i p i o para la
educación del pueblo.
Así, r e m o n t á n d o s e en la búsqueda de fuentes hasta principios
del siglo p a s a d o , no deja de ser significativo el hecho de
que en 1815, sin haber c u m p l i d o siquiera dos años la difícil
n o r m a l i d a d que debió seguir a la r e t i r a d a de las tropas
francesas después de la b a t a l l a de Vitoria, aparezca ya un
expediente de instalación de escuelas públicas en la «Casa
de la Sociedad», antiguo palacio de Escoriaza-Esquibel y
cuartel general d u r a n t e la c o n t i e n d a , p a r a que los hijos de
V i t o r i a fuesen «útiles p a r a sí mismos, p a r a su p a t r i a y para
el Estado», según se lee t e x t u a l m e n t e en el expediente cit
a d o .
F i n a l i d a d e s tan amplias promovieron la m a r c h a en auge
de la educación popular y la incorporación de las niñas a
las escuelas públicas en la primera mitad del siglo, hecho
que motivaba en 1847 la creación de «nuevas escuelas grat
u i t a s p a r a ambos sexos, una de niñas y tres de niños establecidas
en el Campillo, mientras a p u n t a b a ya la idea de
ajustar a un plan único de g r a d u a c i ó n a las escuelas vitorianas.
Según frase del expediente del innovador proyecto,
el A y u n t a m i e n t o t r a t a b a «decididamente de plantear las
escuelas públicas g r a t u i t a s » , n o m b r a n d o cuatro maestros,
dos superiores, uno d i r e c t o r y otro inspector, «para que la
instrucción se dé con las proporciones que convienen», y
otros dos profesores elementales en concepto de maestros
segundo y tercero respectivamente.
£ n las escuelas servidas por estos maestros se h a b í a n mat
r i c u l a d o , desde 1848 a 1852, cuatrocientos noventa y nueve
niños y seiscientas n i ñ a s ; de ellos asistían d i a r i a m e n t e en
1852 doscientos cincuenta niños y doscientas veinte niñas,
« d e s c o n t a n d o las faltas diarias».
P a r a ellos r e n o v a b a el A y u n t a m i e n t o en 1854 p a r t e de su
mobiliario escolar. A u n q u e modernas p a r a aquel tiempo, las
condiciones propuestas para su construcción rayan hoy en
lo anecdótico. Se exigía que «el espacio destinado a cada
a l u m n o no fuera mayor de diez y ocho pulgadas» y q u e la
a l t u r a de las mesas no pasara de t r e i n t a y ocho. Para las escuelas
de niñas d e b í a n fabricarse «ocho mesas de 1U,5 pies
de largo p a r a colocar a siete niñas» y otras cinco de dieciocho
pies p a r a doce niñas cada una. Pese a las estrecheces de los
c u a r e n t a y dos centímetros correspondientes, más o menos,
a c a d a a l u m n o , este m o b i l i a r i o suponía un a v a n c e respecto al
i n v e n t a r i a d o en expedientes anteriores, en los q u e figuraban
«bancos en los que c a b í a n veinte niñas», «un gran asiento
c o r r i d o con r e s p a l d o de m a d e r a » , en el q u e « p o d í a n sentarse
c ó m o d a m e n t e sesenta niñas», «asientos en gradería para
los leyentes» y otros curiosos muebles y efectos.
En la misma línea de actualización pedagógica, pedían
las maestras de niñas en 1857, e n t r e ejemplares del Juanito,
banquillos para bastidores y tiras para bordar, mapas de
España, Asia y América, petición que debió escucharse,
p o r q u e en 1858 c o n t a b a n las alumnas con una colección
cartográfica completa p a r a el momento, con esfera, mapamundi,
y mapas de España, E u r o p a , Asia, América y Álava.
Años más t a r d e , en dotaciones de a v a n z a d a , a d q u i r í a también
el A y u n t a m i e n t o m á q u i n a s de coser p a r a las escuelas de
niñas, y e n el mismo ejercicio económico, en 1872, c o m p r a ba
en M a d r i d un mapa de España «coloreado y de grandes dimensiones
», una novedad en la cartografía escolar, por el
precio de 140 reales más 16 de embalajes.
A v a n z a n d o en el estudio de los expedientes municipales,
llegamos a conocer e x a c t a m e n t e el estado de las escuelas de
la c i u d a d en aquel año. Entonces, hace e x a c t a m e n t e un siglo,
tenía Vitoria siete escuelas públicas, tres de niños, tres
de niñas y una de párvulos, con 292 niños, 268 niñas, 195
párvulos y 31 adultos.
H O R I Z O N T E S N U E V O S Y N E C E S I D A D E S NUEVAS.
A comienzos del siglo actual e x p e r i m e n t a b a la Enseñanza
P r i m a r i a impulsos nuevos, plasmados en nuevos grupos graduados,
con un estilo p r o p i o d e n t r o de la a r q u i t e c t u r a escolar.
En 1899 t o m a b a cuerpo el proyecto de i m p l a n t a c i ó n en
Vitoria de Grupos G r a d u a d o s y en 1904 se d a b a curso al
Escuela Normal del Magisterio.
e x p e d i e n t e de erección de edificios a d a p t a d o s a las necesidades
que la g r a d u a c i ó n imponía. En 1905 comenzaban
las obras del g r u p o «La Florida» y en 1906 se i n i c i a b a n las
gestiones para la construcción de las «Escuelas de la calle
de Ali».
En las fachadas de estos edificios, levantados de nueva
p l a n t a lo mismo q u e las escuelas del «Portal d e U r b i n a » , se
c o m b i n a b a n el ladrillo o la mampostería de los muros con
la sillería de impostas y marcos de puertas y ventanas, rem
a t a d a s en dinteles salientes o en arcos muy rebajados, con
claves elevadas al centro. Los amplios patios de recreo de
estos grupos, sombreados de tilos o moreras, s e ñ a l a b a n nueva
a p e r t u r a , no sólo en el espacio escolar, sino en los horizontes
y métodos educativos.
A la vez, las condiciones y las cuentas del material adq
u i r i d o por el A y u n t a m i e n t o p a r a estos nuevos centros, nos
p e r m i t e seguir la evolución del mobiliario escolar, desde las
«mesas y bancos», pagados todavía en 1909, hasta los pupitres
bipersonales que figuran i n i n t e r r u m p i d a m e n t e en las
subastas y cuentas de la segunda década del siglo.
O t r o esfuerzo en los p r i m e r o s años del t r e i n t a , iba a marcar
también huella y estilo en las construcciones escolares
de Vitoria. El grupo «Samaniego», amplio de p l a n t a de
línea sobria, y funcional a u l t r a n z a , abría en 1935 sus aulas
y d e p e n d e n c i a s a plena luz, hacia extensos campos de j u e go
y zonas, periféricas entonces, en las q u e comenzaba a inst
a l a r s e una población nueva en viviendas t a m b i é n nuevas,
e x t e n d i d a s desde la a n t i g u a subida al Polvorín y calle de
S a n t i a g o , hasta el Portal de Urbina.
A los grupos escolares citados: «La Florida», «Ali»,
«Samaniego», al q u e se t r a s l a d a r o n las escuelas de « U r b i n a »,
y « R a m ó n Bajo», el g r u p o municipal de mayor solera, se
a ñ a d i e r o n los de «Fray Francisco», «Divino Maestro» y
otros centros, en su mayoría p a t r o n a t o s de un solo grado.
Con ellos llegó Vitoria hasta 1957, a ñ o en que se puso en
m a r c h a una nueva política de construcciones escolares
llena de posibilidades y a b i e r t a a cauces entonces a ú n imprevisibles.
En t a n t o la población v i t o r i a n a pasaba desde los 52.206
h a b i t a n t e s de 1950 a los 73.701 de 1960, n ú m e r o más q u e dup
l i c a d o de hecho en el momento a c t u a l , a u m e n t o que rec
a b a b a soluciones de urgencia y proyectos a largo plazo en
problema escolar.
EL E S F U E R Z O DE U N A DÉCADA. - En 1957 se h a b í a establecido,
en efecto, un a c u e r d o sobre construcciones escolares
e n t r e el Estado, a través del Ministerio de Educación
Nacional, y el A y u n t a m i e n t o de Vitoria. Este convenio iba
a abrir una e t a p a de esfuerzo c o n t i n u o , c o n v i r t i e n d o en realidades,
con la celeridad que exigían las c i r c u n s t a n c i a s , proyectos
casi inverosímiles, m e d i a n t e las condiciones de colaboración
señaladas en D e c r e t o de 31 de mayo de aquel año.
Comenzó este proceso en 1959 con la ampliación del
g r u p o «Ali», sobre un presupuesto de más de tres millones
de pesetas, el proyecto del de «San M a r t í n » , subastado en
más de cinco millones, y los de nuevos grupos en Abechuco
y Armentia.
Apenas realizados, u n a moción de la Alcaldía proponía, el
14 de m a r z o de 1962, la construcción de un g r u p o en Zaram
a g a ; y el 4 de s e p t i e m b r e del mismo año se i n a u g u r a b an
las Escuelas Normales y Aneja de Niñas con modernas instalaciones
y amplios campos de j u e g o en la C i u d a d Escolar.
Ello ponía a disposición del A y u n t a m i e n t o los edificios de la
a n t i g u a Aneja, donde se estableció el g r u p o «Santa María
de V i t o r i a » y el, ya secular, de la Normal vitoriana . El ventajoso
e m p l a z a m i e n t o de este Centro, en el casco viejo de la
c i u d a d y con acceso desde ambas vertientes del Campillo,
movió al A y u n t a m i e n t o a su habilitación para un nuevo
g r u p o , el «Fray Zacarías Martínez», i n a u g u r a d o en 1964,
mientras se a ñ a d í a n nuevas unidades escolares a los grupos
ya existentes.
El 2 de febrero de 1966, se a p r o b a b a el proyecto del
g r u p o « J u d i z m e n d i » , con setecientos puestos escolares v un
costo de más de diez millones de pesetas, y se a n u n c i a ba
la r á p i d a a p r o b a c i ó n del que se t i t u l a r í a «Reyes Católicos»
en el ensanche Norte de la ciudad. Pero la incontenible
eclosión demográfica exigía nuevas medidas; y apenas
t r a n s c u r r i d o un año, en sesión plenaria de 6 de abril de
1967, afrontaba de nuevo el A y u n t a m i e n t o el problema
de la escolarización sin reserva alguna, como las circunstancias
lo exigían, y e n c a r g a b a a sus servicios técnicos la
confección de planos y presupuestos para seis Colegios Nacionales
ubicados en los polígonos urbanos en realización
o en proyecto.
M i e n t r a s este plan tomaba cuerpo, se mantenía tensa
siempre la preocupación del Municipio por la enseñanza.
H o j e a n d o las actas de las sesiones del A y u n t a m i e n t o , se a p r e cian,
j u n t o al c o n t i n u o a u m e n t o de unidades escolares y dotaciones
de material en los grupos ya existentes, reiterados
acuerdos dirigidos al p u n t u a l cumplimiento del proyecto
i n d i c a d o ; y en pleno «rodaje» de esfuerzo, año y medio después
de planeados, se h a c í a n realidad varios complejos escolares
de los propuestos, además de otros nuevos.
En la moción que la Alcaldía presentaba al pleno el
25 de j u n i o de 1968, se h a b l a b a ya, en efecto, de siete mil
puestos de escolaridad pública en V i t o r i a , mil más que los
existentes en 1965, y casi c u a t r o mil sobre los a t e n d i d o s en la
década a n t e r i o r . Y, o t e a n d o previsiones, realidades ya en la
V i t o r i a actual, se a p r o b a b a la construcción de ocho grupos
escolares, con 4.560 plazas en Adurza, Abechuco, Arana,
Polígonos 2 y 34, C h a g o r r i c h u , A r i z n a v a r r a y Desamparados,
por i m p o r t e de más de cien millones de pesetas. Se p r e t e n d ía
con ellos, no sólo « c u b r i r » necesidades, sino llenar, con fino
sentido pedagógico, los objetivos de la educación actual,
a s p i r a n d o «al nivel ó p t i m o de t r e i n t a alumnos por unidad»,
según señala la moción que comentamos.
En t a n t o se l o g r a b a n tales metas, surgían soluciones de
emergencia, como la i n s t a l a c i ó n de pabellones escolares prefabricados,
por valor de nueve millones de pesetas; mientras,
proyectos y presupuestos, subastas y obras, acuerdos y colaboraciones,
iban configurando realidades escolares capaces
de acoger a un a l u m n a d o de cerca de ocho mil quinientos
niños, al finalizar el curso 1970-1971, y más de diez mil
en el m o m e n t o actual.
Los pasos hasta tales resultados vienen señalados en la
sesión municipal e x t r a o r d i n a r i a de 16 de j u n i o de 1971. Se
d a b a cuenta en ella del c u m p l i m i e n t o casi total de los planes
de construcciones de 1967 y 1968. De los grupos previstos, se
h a b í a n l e v a n t a d o ya los de «San Ignacio» en Adurza, «Madre
Sancho de G u e r r a » en Abechuco, « I g n a c i o Aldecoa» en
A r a n a , y « C á n d i d o Ruiz de Garibay», en el Polígono 34;
se h a l l a b a n en construcción los del Polígono 2 y C h a g o r r i c h u ;
en proyecto el de « N u e s t r a Señora de los D e s a m p a r a d o s » y,
p e n d i e n t e de adquisición de terrenos el de A r i z n a v a r r a;
a la vez, se preveían nuevas construcciones para siete mil
niños y mil párvulos en Adurza, Polígono 8, Santa Lucía,
A r c a u t e y Ali, más seis parvularios en las zonas de población
nueva.
Estas previsiones, cuajadas ya en gran p a r t e en el transcurso
del año actual, prometen, en perspectivas muy próximas,
ya a p u n t o en algunos casos, la puesta en m a r c h a de
nueve Colegios Nacionales en Vitoria, Ali, A r c a u t e y G a m a -
r r a , con c i e n t o c i n c u e n t a y siete unidades escolares y c a p a c i d
a d para cinco mil niños, más las noventa y dos clases de
párvulos, señaladas en el proyecto de urgencia de educación
pre-escolar.
Y, mientras a ojos vistas a d q u i e r e n forma plantas, encofrados
y muros, se unen a los grupos denominados con topónimos
de viejo sabor v i t o r i a n o , «Ali», « Z a r a m a g a » , «Olár
i z u - A d u r z a » y « J u d i z m e n d i » , los núcleos de Ariznavarra,
C h a g o r r i c h u , Gazalbide y Santa Lucía, señalando nuevas
oleadas de vida en t o r n o a la vieja Gasteiz. Y a los nombres
de maestros vitorianos, como « R a m ó n Bajo», a c o m p a ñ a n ya,
en los títulos de los Colegios nuevos, los de docentes por todos
conocidos, como «Luis Eusebio» o « C á n d i d o Ruiz de
G a r i b a y » , lo mismo que a los llamados «Fray Francisco de
Vitoria» o «Samaniego», se unen hoy los nombres de la
F u n d a d o r a de las Siervas de J e s ú s , Fray Zacarías Martínez,
o Ignacio Aldecoa.
Se h e r m a n a n también aquí pasado y presente, como
viene r e e n c o n t r á n d o s e , en el esfuerzo a c t u a l , la tradición de
la V i t o r i a de ayer en su interés por la enseñanza, v e r t i d a en
moldes didácticos nuevos y volcada hacia las nuevas necesidades
de la ciudad de hoy.
MICAELA J . PORTILLA.
ICONOGRAFÍA JACOBEA EN VITORIA
Un año jacobeo más en el peregrinar del tiempo.
Y en él, nuevo recuerdo a las gentes de paz que, caminando
en jornadas fatigosas, hermanaron los pueblos de
Occidente, mientras venía fraguando, en trabajoso proceso
histórico, la unidad espiritual de Europa, quebrada por
fuerzas invasoras en el alto medioevo.
Nueva ocasión de considerar, entre asombrados y conmovidos,
la fe forjada a golpe de yunque de quienes, en piadosa
romería, atravesaban montañas y vadeaban ríos, sin pararse
a medir obstáculos ni a calcular distancias.
Un Año Santo más en el que evocamos «ultreias» romeros
en los horizontes cambiantes de nuestros caminos, desde
las sendas intrincadas de Roncesvalles o San Adrián, a las
tierras abiertas de Navarra, la Rioja o la Llanada Alavesa.
Otra vez ocupan el primer plano de nuestro recuerdo
en este año heroicas andaduras recorridas por unos a pie
descalzo, por otros mendigando su pan diario, por algunos
con grillos, esposas, cadenas o cruces penitenciales, y portando
otros su blanquísima inocencia, la aureola de su
santidad o las coronas de sus poderíos terrenales, al decir
del «Codex Callixtinus».
Y al paso de los peregrinos, hacemos revivir en este
nuevo año de «perdonanza», recoletas ciudades medievales,
abrazadas con celo por cercos de piedra y agua y
defendidas por bastiones y puertas enrastrilladas; «burgos»
de rúas enredadas, templos y hospitales, hitos confortadores
del espíritu y del cuerpo de los romeros, prontos a nuevas
singladuras en su piadoso caminar.
* * *
Los vitorianos recordamos otra vez la llegada de los peregrinos
a nuestra ciudad por la vieja calzada romana de
Huarte-Araquil y, sobre todo a partir del siglo xm, por el
«Camino Francés» que descendía de San Adrián.
Vemos a algunos penetrar en el recinto de la Vitoria
gótica por la puerta de San Ildefonso, tras de haberse detenido
en la ermita de Santa Marina, en el cabezo que
otea el Campo de Arana. Bordean otros el costado oeste
de las murallas bajas, hacia los hospitales de Nuestra Señora
del Cabello y la Magdalena, edificados «para los
recibir y hospedar» fuera de los muros, «junto al camino
de romeaje», en la misma ruta de los que pasaban por
Vitoria «en romería a Santiago», «de fuera parte» de estos
reinos, según se lee en los documentos de aquel tiempo.
Los imaginamos remontando nuestros «cantones» para
atravesar el recinto de la muralla alta de la Vitoria primitiva
y llegar a su iglesia mayor, actual Catedral de Santa
María. Los vemos penetrar en el templo por el triple acceso
del hastial del Poniente o por la portada de Santa Ana,
que les recordaba a Santiago en las efigies de la Santa Parentela
esculpida en las fajas de su tímpano.
Por los «cantones», han cruzado los peregrinos las calles
artesanas y han encontrado en ellas, en convivencia vital,
llena de pujante energía, a oficiales, mercaderes, hidalgos,
prebendados eclesiásticos, prestamistas judíos y rabinos.
Constituyen los romeros una nota más en el multicolor
ensamblaje demográfico de la villa. Los contemplamos
mezclados con «burgueses» como Angebín el carnicero,
hijo de Gil Gorría, doña Andrayru, mujer de Domingo
Domínguez, Pedro Ortiz de Garayo, zapatero, Juan Xe-
«... la efigie más antigua...»
«Conserva la parroquia de San Pedro
en el pórtico de la Herrería...»
«... sus tejados en aparente escalada
hacia la villa alta...»
men, alfayate. Guillen Brun, tendero y el carnicero Jerónimo
Diaz de Ochoa, documentados todos como vecinos de
la villa en 1248, y testigos sin duda algunos del paso de la
Vitoria navarra a Castilla en 1200, del arrasador incendio
de 1202, y de la estancia en la villa del gran benefactor
de los peregrinos, Alfonso X el Sabio, por los años de 1256.
Vemos a los romeros reponiendo sus albardas o reparando
sus vestidos, calzados, bordones y escarcelas en los
obradores y talleres de las «casas de alforja», vivienda en
las calles gremiales de oliciales convecinos de Fortuno albardero
o laricio ballestero, habitantes de la villa en 1291,
tres años después de haber visto la luz en ella el infante
Don Enrique, mientras residían en Vitoria los reyes Sancho
IV el Bravo y su esposa doña María de Molina.
Muchos peregrinos debieron detenerse por aquellos
mismos años en «la rúa somera de la puebla» ante tiendas
como la del cuchillero Sancho Martínez de Arriaga, que
con el soguero García Pérez, Remon el cuchillero y otros
artesanos, vecinos de Vitoria, figura en una carta de venta
del monasterio de Barría, fechada en 1307.
Más tarde, los romeros que evocamos ¡unto a Bastian
el lancero, Domingo de Yurre carpintero, el cerrajero Diego
de Acosta, Diego de Oreitia calderero, Juan de Ugalde
el escudero, el borceguilero Juan de Villarreal, Juan de
Arcaya tijerero, Juan de Arrieta tundidor o el agujetero
Juan de Lazcano, los mismos que recorrieron las calles de
Vitoria en los años finales del siglo xv y primeros del xvi
junto a otros artesanos, pellejeros, herreros, burulleros,
zurradores, sogueros, pañeros, boneteros, coraceros, ballesteros,
marragueros, basteros y hasta codo a codo con
algún «honrado» «saludador», como Martín de Tolosa,
vecino de la calle Nueva, y cofrade, como todos los anteriores,
de Nuestra Señora del Rosario en 1513, pudieron palpar
la riqueza de Vitoria en días en que sus comerciantes llegaban
hasta Flandes y sus hidalgos levantaban palacios suntuosos,
fundaban mayorazgos v desempeñaban misiones de
confianza en la milibia y en el gobierno del reino.
También en recuerdo, despedimos a los peregrinos a su
salida de Vitoria, atravesando la plaza del mercado entre
cargamentos de lana y hierro, tenderetes, carretas y recuas
y abriéndose paso entre aldeanos del país, amarradores,
arrieros y ricos mercaderes.
Franqueados los portales del recinto, les vemos volver
su cabeza para grabar el último recuerdo de la villa que
abandonaban. Y quedarán fijos en su memoria el doble cerco
de sus murallas, sus tejados en aparente escalada hacia la
villa alta y sus campanarios de silueta ascendente desde la
«puebla nueva baja» hasta «la villa de suso».
Con esta imagen de Vitoria, lugar de parada y remanso,
señalado en itinerarios, guías y memorias de peregrinación,
emprenderán los romeros, camino de Laouebla de Arganzón,
una jornada de paz entre aromas de tomillo y espliego,
según recuerdan las canciones de romería conservadas
hasta hoy. A través de sus estrofas, llenas de esperanza ante
los horizontes abiertos que el camino alavés les deparaba,
y matizadas de nostalgia de las tierras y de los familiares
que quedaban más allá del Pirineo, adivinamos que Vitoria
había brindado a los peregrinos que las cantaban
calor sedante de paz y amor.
* * *
Pero si recordamos a los peregrinos y sus rutas, el Año
Santo nos acerca sobre todo al «Señor Santiago», fin de
la devoción romera.
Al hijo de Zebedeo y Salomé, hermano del apóstol Juan
y, como él, pescador en Tiberíades. Al impulsivo «Hijo
del Trueno», peregrino de la fe que trajo la luz hasta el
«confín del Occidente». A la «Estrella refulgente de España
» que atrajo por caminos siderales nebulosas romeras
de todo el mundo; porque, como cantan los versos del
poema de Fernán González,
«Fuertemient quiso Dios a F^spaña honrar
cuando al Sancto Apóstol quiso y enviar.»
Recordamos al guerrero solícito en acudir a la llamada
de los cristianos en lucha:
«Y sera el apóstol Santiago llamado
enviarnos ha Don Cristo, valer a su criado.»
Al vencedor del infiel quien lamenta la derrota que el
valedor de los cristianos ha causado a sus huestes:
«desbarató mi compaña
la mi saña quebrantó...»
Y a estas facetas biográficas y tradicionales responden
las tres concepciones iconográficas de Santiago apóstol,
Santiago peregrino y Santiago guerrero, repetidas en toda
la ruta de peregrinación, desde Roncesvalles a Canfranc, y
en los templos de Vitoria, jalón en la devoción romera.
* * *
Conserva la parroquia de San Pedro, en el pórtico de
la Herrería, la efigie más antigua de Santiago, apóstol y
peregrino, existente en la ciudad.
Ocupa la segunda peana de la izquierda del apostolado,
a la diestra de Pedro, como preferido del Señor, y frente
a su hermano Juan, situado a su vez en el primer puesto
junto a San Pablo. Como las restantes del pórtico, fue esculpida
esta imagen en el siglo xiv, en momentos de auge
romero en Vitoria.
Si la decoración de este pórtico, lo mismo que la portada
septentrional del templo, acusa acentos artísticos del
gótico francés —Laon, Rouen y Bourges—, la representación
del apóstol es netamente española en su iconografía.
Lleva libro en su mano, sombrero de peregrino, bordón
acabado en aguda punta de hierro, como los que a diario
podían observarse en los caminos de romería, y escarcela
con venera, pendiente a un lado del cinturón.
La escultura, de aplomada y firme contextura, se sustenta
en peana decorada con la escena en relieve del martirio del
santo. Herodes, con el cetro en su mano, ordena al verdugo
la muerte del apóstol que bajo un edículo, posible símbolo
de la ciudad de Jerusalén, apoya su cabeza sobre una roca.
Las ondas en que ésta se asienta, aluden sin duda al mar
recorrido por el santo en su peregrinación apostólica y que
más tarde atravesarían sus restos, camino de España.
Una clave situada a los pies de la cubierta de la misma
parroquia de San Pedro, representa también a Santiago peregrino.
Con las de San Andrés y dos ángeles, traba los tarceletes
del último tramo de la bóveda central, presidido por las
efigies de San Pedro y San Pablo en la clave principal.
La figura ael santo romero se ha hispanizado aún más.
se ha hecho más popular que la del pórtico. Si en ésta aparecia
ante todo como apóstol, aquí es el peregrino pacífico
que el escultor del relieve podía contemplar cada día en las
calles de la Vitoria gremial del siglo XV.
Del mismo siglo data la clave con Santiago guerrero de
la actual parroquia de Santa María, antigua capilla de
Santiago.
Un mercader hacendado, don Martín Fernández de
Abaúnza, la fundaba a comienzos del siglo xv, adosada a
la iglesia mayor de la entonces villa de Vitoria. Sus escudos,
cruces y calderas, los de Castilla y León, y la efigie del
apóstol, caballero, nos hablan de hidalgos enriquecidos por
el comercio en la Vitoria gótica, del patronato real sobre los
templos de la villa y de una clara evolución del Santiago
jinete en la iconografía jacobea; en la baja Reconquista, en
efecto, el modelo creado ya en el románico adquiere fuerte carácter
bélico, de acuerdo con el ardor marcial del momento.
Y blandiendo la espada, aparece en la clave de Santa
María. Cabalga sobre caballo blanco muy estilizado, tal
como, según tradición, se viera en Clavijo o como lo describe
Berceo galopando en los aires en compañía de San Millán,
en ayuda de los cristianos en lucha con el Califa cordobés:
«Venien en dos caballos plus blancos que cristal.»
A la visión de estos «jinetes sobre dos caballos blancos y
armados de fuerza celestial», se refieren también el voto de
Fernán González, documento tan ligado a la historia alavesa,
y el poema del mismo Conde:
«Alço suso sus ojos por ver quien lo llamaba
vio el sancto apóstol que de suso lo estava
de caveros con el gran compaña llevava...»
El pórtico de la Catedral —que acaso muestra en la
faja inferior de su tímpano derecho el juicio y el martirio
del apóstol—, ostenta dos relieves con Santiago peregrino en
dos claves de su bóveda. Y próxima a ellas, en el tramo derecho
del sotocoro del templo, otra hermosa clave lo muestra
majestuoso, sedente, con sombrero y bordón, ocupando
el centro del tramo entre relieves de San Cristóbal, San
Miguel y otros santos, labrados todos en el siglo xvi.
En el mismo pórtico de la Catedral encontramos también
al apóstol peregrino, en una de las esculturas que ornamentan
el muro izquierdo del mismo y el ábside de la capilla
sepulcral de don Diego Fernández de Paternina, Abad de
Santa Pía, erigida también en el siglo XVI.
Se trata de una figura muy movida, con larga barba
partida en dos guedejas rizadas. Aunque no destacable por
su arte, muestra esta escultura el interés iconográfico de presentar
al apóstol con el típico atuendo de peregrinaje del
momento.
Poco después de la capilla del Abad de Santa Pía, se
colocaba en San Pedro, por los años de 1567, el retablo de
los Reyes, notable pieza del arte renaciente vascongado,
relacionada con los círculos de Juan de Ayala y Andrés de
Araoz. Ocupa el nicho alto de su calle derecha una efigie
en madera de Santiago peregrino.
El santo parece meditar mirando al libro que sostiene
abierto en su mano. Aparece como un romero que, en un
alto de su ruta, mira hacia su interior en hondo recogimiento
mientras ha detenido su caminar terreno.
El movimiento barroco del apóstol jinete y la revuelta
carrera de su caballo, perduran aún en la pintura del ático
del retablo de Santa María. Sólo esta representación y la
clave que hemos señalado, recuerdan la primitiva advocación
de la parroquia, antigua capilla de Santiago, según
queda indicado.
Pasando por alto la imagen de la capilla del Hospital
de Santiago y la del relieve alto de la del Pilar de San Pedro,
obras de escaso interés, llegamos a las representaciones jacobeas
de dos modernas vidrieras vitorianas: las de Santiago
Apóstol del ábside de San Pedro y la del santo peregrino en
la giróla de la Nueva Catedral.
Las vidrieras de la capilla mayor de San Pedro cierran,
desde la reforma del presbiterio de 1901, los vanos ojivales
cubiertos hasta entonces por el retablo barroco retirado a
raíz de las obras.
La parte baja del primer vitral izquierdo se dedicó a
San Andrés y a Santiago. Aquí se nos muestra simplemente
como santo, como discípulo de Cristo, con el recogimiento
del apóstol que vio a su Señor transfigurado en el Tabor
y agonizante en Getsemaní.
El cabello negro caído sobre los hombros del santo, la
larga barba, los ojos bajos, las manos juntas y hasta el gablete
y el arco angrelado, que en la vidriera cobijan la figura
del apóstol y parecen aislarlo en su concentración contemplativa,
son recursos iconográficos que espiritualizan la
representación y acentúan su fuerza devota.
La hondura espiritual y la vida interior que refleja el
apóstol en el ábside de San Pedro, parecen transformarse
en brío y en fuerza humana en el Santiago de la giróla de la
Nueva Catedral.
Los hermanos Maumejean acertaron a representar en
esta vidriera, fabricada en 1913, al peregrino recio, fuerte
y seguro de la fe que lo mueve.
Se encuentra el vitral que comentamos en el absidiolo de
la giróla dedicado a Vizcaya, el primero de la izquierda a
partir de la capilla absidal del centro. En el cortejo de santos
que rodean a la Madre de Dios de Begoña, el «Señor Santiago
», titular de la basílica mayor de Bilbao, hoy Catedral,
recuerda las rutas costeras del peregrinaje jacobeo y el desembarco
en la ría de peregrinos y de «mercatores cursorii»,
abastecedores de los caminos de romería.
En la efigie de esta vidriera, viste el apóstol vivo manto
verde que destaca entre los dorados y azules de la arquitectura
figurada que lo cobija, pináculos, cardinas, florones
y rosetas.
La santidad taumatúrgica de San Antonio de Padua, la
virginidad de Santa Eufemia y el arrojo misionero de Valentín
de Berriochoa, acompañan en estas vidrieras a la
Virgen de Begoña ensalzada por angeles y aclamada por
mineros, marinos y caseros. Y entre los bienaventurados.
Santiago, el apóstol que recibió de María alientos apostólicos
y favores de Madre, aún en su vida terrenal.
Y desde los -romeros y Santiago, también nuestro recuerdo
a la Virgen, Peregrina, Camino y Blanca, como
nuestra Patrona, en devociones y en rutas jacobeas, y centro
de fe y amor en la Vitoria romera.
MICAELA J. PORTILLA
LA TORRE DE MENDOZA
Y SU MUSEO DE HERÁLDICA
La Torre de Mendoza, vertical proyección de tradiciones
e historia, horada alturas buscando asomarse a lo largo y a
lo ancho de la Llanada Alavesa. A la vez se aferra con fuerte
garra en el suelo y se aploma en la solidez de sus muros para
conservar con avara fruición, dentro de su intimidad centenaria,
la memoria dé los hombres que vivieron en ella y
en ella hicieron su historia. Pero contenta con guardar
sólo memorias propias, generosa, como hermana mayor,
ofrece acogida, en la penumbra de sus salas, a recuerdos de
piedra de otras torres y casas solariegas, salvándolos del
olvido y, a veces, de la destrucción.
Mirador erecto de lejanías y solar de historias y recuerdos,
la Torre de Mendoza nos brinda hoy valor nuevo: un rico
conjunto de piedras armeras, base del incipiente Museo
de Heráldica Alavesa
Hacia afuera, la Torre nos relata la historia entera de
la Llanada. Desde su corona de saeteras y los huecos de sus
matacanes se alcanzan los puntos vitales de nuestra geografía
: el verdadero corazón de Álava.
Mirando al Norte, el puerto de Arrato nos habla de combates
crueles de linajes y de duras represalias entre Guevaras
y Mendozas, gamboínos y oñacinos. La Torre de Mártioda,
recortada en un plano próximo, de la estirpe de los Hurtados.
Las alturas de los Huetos, del paso de arrieros y peregrinos
para caer sobre Cuartango, atravesando Badaya, y
de allí a tierras burgalesas por Valdegovía.
Tras de las saeteras del Sur. se adivinan a lo lejos viejas
huellas romanas: tramos de la calzada de Burdeos a Astorga
y el oppidum de Iruña...; boquete de Lapuebla. paso del
Zadorra a su curso bajo, camino de romeros, de postas, y
de cuantas gentes, en son de paz o de guerra, han intentado
penetrar en la Llanada. Se dibujan al fondo, la altura de
Zaldiaran. que guarda memoria del preludio de luchas
fratricidas entre el rey Don Pedro y Don Enrique de Trastámara,
en primavera de 1367; las lomas de Inglesmendi
y los escarpes, laderas y pasos de los Montes de Vitoria, evocadores
del zumbido de cañones y del batir de los tambores
en un día de junio de 1813.
Hacia el Levante, Vitoria. Colina fortificada en un tiempo,
ciudad acordonada de murallas más tarde: agujas empinadas
en sus templos, chimeneas de sus fábricas, bloques de viviendas
que pujan por ganar cada vez más espacio al horizonte.
La Torre de Mendoza asiste sin asombro a esta transformación:
entre ella y Vitoria, ha podido ver durante siglos, lo
permanente y a la vez cambiante en color o sembrados entre
campos de labor, de nubes inestables, de caprichosos arco
iris en cielos plomizos...
V" al Oeste, las casas de la villa de Mendoza, empinándose
por la ladera de Mendívil. su villa gemela, hermanadas hoy
las dos en un mismo nombre y en una misma vida. Tras de
ellas, Badaya; y en el corazón de la sierra, la torre fuerte
de los Iruñas. convertida en convento; ruinas monacales
Ciudad romana de Iruña. Muralla sur.
Torre de Mártioda.
la torre.
con saeteras y muros potentes, extraña simbiosis evocadora
de ataques y defensas, de oración y de paz.
Ksto nos dice la Torre desde los huecos de sus paredes.
Dentro, nos habla con acentos más cálidos de sus hombres
y de sus hazañas.
De Lope de Mendoza, muerto en Alarcos; de Iñigo de
Mendoza, ganador en las Navas de las cadenas de su escudo;
de los caballeros de la Torre que asistieron al Campo de
Arriaga el 2 de abril de 1332, cuando Álava se otorgó por
sí misma a Alfonso XI como realenga; de Gonzalo Yáñez
y de Hurtado Díaz, cabezas de mesnadas alavesas en Algeciras.
Nos recuerda parentescos con linajes brillantes, refiriéndonos
la Torre en la callada soledad de sus salas, la vida
de don Diego Hurtado de Mendoza, más tarde Almirante
Mayor de la Mar en los Reinos de Castilla y padre del Marqués
poeta, don Iñigo López de Mendoza.
Los Mendoza se han derramado ya por Castilla. Corre
y culmina el siglo xv y apunta jubiloso el Renacimiento.
La Torre alavesa no oirá músicas suaves, poemas susurrados
al oído de las damas, ni asistirá a saraos v fiestas brillantes.
Ha cumplido, con su hosco aire castrense, una misión: dar
al mundo hijos que no encuentran horizontes para sus hazañas.
Mientras, las torres Buitrago, el castillo del Real
del Manzanares y el palacio del Infantado de Guadalajara
serán, aunque el humilde pudor de nuestra Torre alavesa
apenas se atreva a aparentarlo, hijos de este primitivo solar,
pequeño y fuerte que, mirando a la Llanada, mantiene la
apariencia simple de lo eficaz y de lo verdadero.
Pero la Torre, tan sobria al relérir glorias propias, nos
dice hoy algo más. Su Museo de Heráldica ha comenzado a
recoger piedras armeras de toda la provincia.
En su sencillez heroica, nos muestra la Torre un solo escudo
de los señores que en ella habitaron: el que lleva los
blasones de los Lunas por doña María de Luna, hija del
valido don Alvaro, casada en la segunda mitad del siglo xv
con el duque del Infantado don Iñigo López de Mendoza,
señor de la Torre.
De la demolida casa fuerte de los Porras de Basabe, conserva
el incipiente museo varios escudos con las cinco lises
de los Porras y los lobos empinados al tronco de un árbol,
con las cinco estrellas de los Rojas y con el blasón parlante
de los Cabezas de Vaca.
Guarda Mendoza escudos de prelados y de caballeros de
Órdenes militares: el del Obispo Salvatierra, con la cruz
cargada de veneras, las cinco torres de su linaje y ampuloso
capelo por timbre; el de Lazarraga, procedente de Ozaeta,
con ciervo andante por campo de trigo cercado, y águila
cebada en su pescuezo, blasones que muestran los cabos de
la cruz de Santiago.
Recoge piedras armeras de una fuerte nobleza, originaria
de la Llanada y esparcida por sus aldeas. Bandas cargadas
de armiños y panelas de los Guevaras, emparentadas en
Oreitia con el ciervo de los Lazarragas. Las cuatro torres
con lises lo bajo y brazo armado en jefe, con espada puesta
entre los castillos y las lises. además de los Luzuriagas y
Langaricas. Un bello escudo del siglo XVI, de la casa de Díaz
de Arcaya de Matauco, con las bandas y panelas guevaresas
y lises en punta.
De Vitoria conserva los escudos del palacio de Álavas y
Vélaseos, después sede de la Capitanía General y demolido
recientemente; en uno, flotante sobre lobos crecientes, el
poético lema de la Casa: «A la más linda Álava».
El escudo picado del comunero don Pedro López de Ayala,
conde de Salvatierra, nos recuerda la tragedia del vencido
en Durana en 1521, errante en desgracia del rey, privado
de sus señoríos, y castigado, como traidor, a borrar los
blasones de todos sus escudos. Y el de los Zumárragas, los frutos
de santidad y martirio que iba a dar al linaje de Léniz
la rama vitoriana de fray Tomás del Espíritu Santo.
Procede de Peñacerrada un gran escudo con árbol y
león empinado, blasón de los Ramírez, tronco prolífero
en la Rioja Alavesa que, lleno de vigor, atravesando la Sierra
de Cantabria, iba a injertarse en nuestra Montaña.
Sabando, Domaiquia y Llodio están también representadas
en este Museo, que será completado por un conjunto
fotográfico exhaustivo de cuantos escudos conserva la provincia.
* * *
Pero Mendoza, aunque exponente señero de historia, no
es un monumento insólito en tierras alavesas. Torres y castillos
de distinto carácter y de las épocas más diversas, enriquecen
nuestra geografía, como museo histórico esparcido
por todas sus comarcas.
MICAELA JOSEFA PORTILLA
VITORIA ENTRE LOS SIGLOS XIV Y XVIII
Juventud, mayoría de edad y madurez
Artesanos y burgueses en la joven Vitoria
La Nueva Vitoria, nacida por determinación y obra
de un rey navarro en 1181, y favorecida durante el
siglo siguiente por gracia de los dos Alfonsos de Castilla,
camina decididamente hacia su mayoría de edad
durante el siglo xiv y primeros años del xv.
En sus calles gremiales bulle una población artesana,
trabajadora y llena de juvenil impulso. Desde
los talleres y bajos de sus «casas de alforja» el golpear
de yunques y martillos y el ritmo acompasado de sierras,
dan vida a calles y «cantones». Mientras, en el costado
del Levante la judería es tan poderosa y arrolladura,
que el propio Alfonso XI ha de defender a los habitantes
de la villa de la afición desmedida a las cartas
de pago de sus vecinos de la aljama, que seguramente
contaba ya con hombres de la categoría y coraje de
Don Gaón, arrendatario de tributos, que un siglo
más tarde, en 1463 iba a encontrar muerte violenta en
Tolosa, por su excesivo «celo» en los cobros.
Las vecindades de esta Vitoria, progresiva y nueva,
vienen nutriéndose de gentes procedentes de las aldeas,
que buscan la libertad que la villa realenga les ofrece.
El Portalón.
«No hagas tu nido en un señorío», decía un viejo refrán;
y tras las seguridades que la carta de población
y las mercedes reales les otorgaban, hombres y mujeres
acuden a Vitoria y a ella aportan, en recuerdo de su
origen, los toponímicos de sus apellidos, repetidos en los
documentos de entonces.
Acoge a estas gentes una Vitoria que guarda aún
fuerte sabor militar. Dos cinturones de murallas la
ciñen, uno, en torno al cabezo fortificado por Sancho
el Sabio de Navarra, y otro abrazando las calles gremiales,
fundadas por Alfonso VIII y su homónimo el
Rey Sabio. Siete puertas rasgaban la muralla alta,
con portales torreados, saeteras defensivas y sesgados
accesos en línea quebrada, para dificultar la entrada
a la Villa de Suso.
En el muro bajo, los portales abiertos a los «cantones
», cortes transversales de las calles, salían a los
arrabales extendidos hacia San Martín de Avendaño,
San Cristóbal de Adurza o el Campo de Arana. Y
hacia el Sur, abiertos en sentido longitudinal a las
calles, otros portales bien asegurados con torres, contrafuertes
gruesos y saledizos potentes, daban paso a
la plaza, donde se celebraban los mercados. Era esta
plaza el pulmón vital del comercio de la villa artesana,
encerrada en el doble recinto de sus muros y calles
gremiales. En ella, y ante sus puestos de mercancías,
se daban cita gentes de todo el país. Enrique III, el
rey Doliente, había concedido a la villa en 1399, diez
Sala Gótica de la Casa del Cordón.
y seis días de feria franca por la Ascensión y doce en
septiembre; y Enrique IV, en cédula fechada en Segovia
en 1466, mercado libre el jueves de cada semana.
En la plaza de Vitoria corrían entre portales y
tenderetes noticias y bulos, se comentaban hazañas y
se acusaban felonías. Por eso, terminaban las consejas
del país aludiendo al mercado vitoriano como «autorizado
» mentidero.
Y tan conocido era nuestro mercado en el medioevo
y aún en la Edad Moderna que, en 1603, cuando
Abraham Ortelius presenta en su Theatrum Orbis Terrarum
varios tipos de gentes del país, titula la estampa:
«Aldeanos y aldeanas vizcaínos, caminando hacia el
mercado de Vitoria».
Misterios en la piedra y arte
Esta villa, joven aún, recibe el impacto de los santos
patriarcas Domingo de Guzmán y Francisco de Asís y
contempla la erección de los dos conventos de frailes
menores, focos de espiritualidad y de ciencia.
A la vez, ha venido levantando sus iglesias en los
cuatro puntos cardinales de su trazado urbano; templos
amplios, concebidos para acoger a la comunidad trabajadora
de la Vitoria medieval. En ellos, la Iglesia,
siempre maestra, presenta, en tímpanos y portadas, los
principales misterios de la fe, al alcance de menestrales
y de las gentes nuevas de la Vitoria adolescente.
En las jambas de la portada Norte de San Pedro,
hoy en el interior del patio del Colegio del Niño Jesús,
les mostraba las escenas de la Creación y del Diluvio.
En los tímpanos de Santa María y San Pedro, los misterios
de la Encarnación e infancia de Jesús. En el de
la puerta del crucero de Santa María, la segunda Epifanía
de Cristo en su Bautismo. En las bandas superiores
del de San Pedro, los misterios eclesiales: la vocación
del santo, la concesión de la primacía sobre
los Apóstoles y la conversión y bautismo del centurión
Cornelio, esperanza para la gentilidad...
El misterio del altar aparece en la apoteosis de
Cristo Eucaristía del tímpano izquierdo de la Catedral.
Y la representación del Padre entregando al
mundo a su Hijo crucificado del tímpano de San Miguel,
y la bella «deesis» —Cristo en majestad entre
María y San Juan—, en que culmina el de la puerta
derecha de la Catedral, presentan de modo sensible
los misterios profundos de la Redención y del triunfo
de Cristo Salvador.
Este lenguaje de piedra recordaba también a los
fieles sus postrimerías: el juicio particular, en la escena
de San Miguel pesando las almas; y la felicidad de
los bienaventurados y los tormentos del infierno, en
las bandas del tímpano derecho de Santa María.
Y en la portada de esta iglesia y en la de San Pedro,
los principales misterios marianos, las escenas de vidas
de santos y la corona triunfal de profetas, apóstoles y
Puerta de Santa Clara en el Vitoria del siglo XVII.
vírgenes de sus jambas, ofrecían a los artesanos de la
villa ejemplos de lucha y victoria gloriosa.
Tales enseñanzas impartía la Iglesia, a través de
la piedra y del arte, en aquella sociedad que empezaba
a vivir, dentro del cabezo elevado y las seis calles gremiales
de la Vitoria burguesa.
Un colapso en la población vitoríana
Un extraño acontecimiento nos sorprende a finales
del siglo xv. Lo registran los libros de Decretos del
Concejo: la población vitoriana decrece de modo
alarmante y sus calles y arrabales se despueblan «por
guerras, incendios y bandos».
Agobiada Vitoria, piede al rey Don Juan II, en
1423 y el 1428, que le conceda algún alivio en los tributos
que debe satisfacer. La segunda vez lleva la
voz de la villa Angevín Sánchez de Maturana, quien
manifiesta que Vitoria está «asaz despoblada» y pide
gracia al rey para que «se non pierda nin se despueble
del todo». Expone el enviado algunos motivos de tal
baja «ansí por razón de non poder cumplir nin pagar
los dhos maravedís de cada año, como por las mortaldades
que han pasado e pasan en la dha villa». Dice
que Vitoria «se despuebla cada día, yendo los vecinos
de la dha villa a vivir a Aragón y Nabarra por no poder
cumplir nin pagar los dhos mrs.».
Entretanto, los ediles del Concejo arbitran medios
para atraer nuevos vecinos e impedir la marcha de los
ya instalados. Sabemos que a quien levantaba una
casa en la villa, el Concejo le entregaba noventa maravedís
para ayuda del edificio; y así, en 1425, don
Diego Martínez de Heali, recién establecido en Vitoria,
cobraba doscientos maravedís por tres casas que
había construido en la Villa de Suso. Y, según se lee
en los Acuerdos de 1428, el Ayuntamiento se avino a
prestar mil maravedís por dos años a Juan de Lanclares,
«calderero, vecino de la villa, que por pobreza
e mengua que tenía, quería ir a bebir a la villa de
Treviño», para detenerlo en Vitoria. Mediante tan
heroicos procedimientos y con tal tesón hubo de contenerse
el trasiego de la población de la villa y mantenerla
dentro de su doble cinturón de murallas a
finales de la Edad Media.
Nueva savia y hervor juvenil
en el recinto urbano de Vitoria
Acaso, una de las razones, aunque paradójica, de
esta despoblación radicó en el desbordamiento impetuoso
de las energías vitales que, inoculadas en Vitoria
con la afluencia de gentes nuevas, hirvieron en
cruentas y largas luchas de linajes en el interior de la
villa. Angevín de Maturana, personaje principal de
una de estas facciones, la de los Callejas, había eludido
en su información esta posible causa de la baja que
hemos apuntado.
Desde los años finales del siglo xiv venía registrándose
el asentamiento en Vitoria de una pujante no-
Nave central del desaparecido convento de San Francisco.
Claustro del Palacio de Escoriaza-Esquivel.
bleza rural. Ayalas y Hurtados habían construido
ya sus casas en Vitoria; y Healis y Esquíbeles, Iruñas
y Colodros, Vergaras y Adurzas, Abaúnzas y Maturanas,
Maestus, Álavas y otras familias distinguidas,
se injertaban en la población artesana y daban a la
población alcaldes, regidores, escribanos y mercaderes,
y añadían pinceladas señoriales a las calles de la villa
con sus casas de amplias portaladas y muros blasonados.
Cuando tal afluencia iba tomando cuerpo, los oficiales
y mesnestrales, agrupados en torno a los Ayalas,
pugnaban porque los hidalgos contribuyesen al pago
de tributos y derramas; mientras, los nobles, unidos
en el bando de los Callejas, trataban de defender sus
intereses y posibles prerrogativas. Ayalas y Callejas
se persiguen y atacan a muerte en escaramuzas y emboscadas
dentro del recinto de la población. Estas
luchas cruentas imprimen recio carácter castrense a
las calles de Vitoria, hasta entonces pacífica y trabajadora.
Las casas principales tenían cadenas y hierros
y las calles puertas levadizas en sus accesos y, en el
centro, zanjas y fosos. Hasta entonces las defensas de
la población se habían construido hacia el exterior,
para asegurar la villa contra los enemigos de fuera;
ahora unos vecinos temen a otros y deben guardarse
dentro del propio recinto.
Acaso la torre gótica de la Casa del Cordón, entre
las calles Cuchillería y Pinturería, el viejo torreón
embutido en el palacio de los Arrietas-Maestus, y el
matacán del muro Norte, el más antiguo de la torre
de los Andas, fueron testigos de luchas, ataques y defensas
en estos momentos de sorpresas y emboscadas.
Así vivió Vitoria días amargos e inseguros hasta
que, por fin, en 1476, un sabio Capitulado, confirmado
por Don Fernando el Católico hizo renacer la
paz. Hidalgos y menestrales decidían llamarse todos
vitorianos, «apellido honrado» sin otro título de bando
ni linaje. Y a partir de este momento, palacios y casas
nobles, podrán abrirse en solanas y galerías, buscando
la luz, sin temor a presiones ni ataques de los enemigos
de dentro en simbiosis con las viejas viviendas artesanas,
talleres y fraguas de la Vitoria bajo medieval.
La «mayoría de edad» de Vitoria
En medio de tanta inquietud, Vitoria ha ido alcanzando
madurez y consistencia. En 1417 la reina
Doña Catalina de Lancaster, madre y regente de
Juan II, aprobaba un cuaderno de Ordenanzas de Hermandad,
dispuestas y capituladas por las villas de
Vitoria, Salvatierra y Treviño, para «punir y castigar
a los malfechores e los buenos vevir en paz de justicia
». Y, tan eficazmente lo procuraban, que sus
capítulos serían adoptados más tarde como Ordenanzas
de la provincia.
Casa de los Gobeo-Guevara-San Juan, Museos de
Arqueología y Armería,
El solar de San Miguel.
La vieja catedral de Santa María,
Por fin, el 20 de noviembre de 1431, Vitoria recibía
de manos del rey Don Juan II la ejecutoria de su
«mayoría de edad», el título de Ciudad. Poco después,
reinando aún Juan II, la nueva Ciudad y las
Hermandades de Álava, se unían para siempre, buscando
la paz, la justicia y el orden en la tierra.
Más tarde, en el período de quietud abierto por el
Capitulado de 1476, nuevas mercedes amplían los
horizontes de la ciudad que camina ya hacia su madurez:
en 1484 los Reyes Católicos conceden a Vitoria
el valle de Zuya y las villas de Alegría y Elburgo y en
1490 la de Bernedo. Y como culminación de tal mayoría
de edad, en 1486 entraban en vigor las nuevas
Ordenanzas de la Ciudad, que, con el Capitulado
de Don Fernando, conservaron su vigencia, con leves
modificaciones, durante casi tres siglos.
Madurez y riqueza en Vitoria
Entretanto, artesanos laboriosos, comerciantes enriquecidos
y nobles, vitorianos ya «de solera», hacen
vivir a la ciudad días de prosperidad con su trabajo
y su prestigio y embellecen sus calles con palacios
góticos y renacientes.
La Casa del Cordón, palacio de un poderoso msi
cader; el Portalón, edificio de comercio y parada de
transeúntes; los palacios de Arrieta-Maestu, Escoriza-
Esquíbel, Aguirre, Salinas, Álava, Isunza, Vergara
e Iruña, enriquecen las calles de la Vitoria gremial,
mientras sus habitantes acogen a la Corte,
cumplimentan a un Papa y dan pruebas de fidelidad
al Emperador.
El nombre de Vitoria «suena» de Viena a Londres y
de Flandes a Roma y Trento por obra de embajadores
y médicos, comerciantes y contadores, prelados,
juristas y consejeros, que, nacidos dentro de los muros
de la ciudad, construyen en ella sus casas e imprimen
nuevo cuño de grandeza al interior del viejo encintado
urbano.
Madurez vitoriana, rica en obras de arte. Capillas
y enterramientos poblados de rostros de ángeles y
complicados grutescos, mascarones y bulliciosos genios,
flora ampulosa y sartas de frutos; coros, pórticos y
bóvedas con escudos y marcas de comercio en paramentos
y claveles...; testimonios patentes de la fuerza
económica y social de la burguesía adinerada y de la
nobleza vitoriana en el momento de eclosión renacentista.
* * *
Pasado este momento de riqueza, Vitoria vive aún
recogida en su recinto medieval hasta fines del siglo
xviii. Es una ciudad ya reposada en su madurez que,
marcando otra etapa de vida y arte, levanta nuevas
casas y palacios, ahora con ostentosos escudos orlados
de lambrequines carnosos, sirenas, y trofeos barrocos.
L a vieja Gasteiz y la nueva Vitoria.
Y erige nuevas fundaciones, nuevas capillas y sepulturas
flanqueadas, según el gusto del momento, por clásicas
columnas y pilastras, rematadas por frontones
y acróteras y ornadas con nichos e imágenes.
Y, otra vez, obispos, embajadores y capitanes, legando
a la posteridad sus obras y sus nombres, llevarán
con ellos el nombre de Vitoria. Mientras, aquí,
las piedras armeras de sus fundaciones y palacios
—Salvatierras, Álavas, Guevaras, Hurtados, Urbinas
y Landázuris—, los recordarán en la vieja Vitoria
gótica que los vio nacer y marcarán el sello de una
nueva época, nuevos ideales y nuevas gentes dentro
del casco urbano de una ciudad ya adulta y presta a
desbordarse, buscando nuevo espacio vital, fuera de
su cinturón de muros, almenas y torres.
Una constante de amor y fe
A través de este proceso de crecimiento y madurez
de la Vitoria medieval, renaciente y barroca, late un
transfondo de fe y devoción mariana que irá centrándose
en torno a la Virgen Blanca, Patrona de la Ciudad.
La Vitoria gremial oró ante la bella imagen de
Santa-María de Vitoria, que, como Reina, Madre y
Corredentora, viene venerándose desde el bajo medioevo
en la actual Catedral.
Artesanos y burgueses contemplaron, en las esculturas
de los parteluces de San Pedro y Santa María, a
la Virgen, Madre del Salvador, triunfando sobre el
dragón infernal, abatido a sus pies. Se postraron ante
la hermosa imagen de Nuestra Señora de Gracia en
la parroquia de San Pedro. Acudieron al Convento de
San Francisco a pedir favor a la Virgen de los Remedios,
venerada hoy en el convento de San Antonio...
Y la población vitoriana que, apretada en los muros
medievales bullía en la plaza y se derramaba tímidamente
en los arrabales, miraba con amor a la Virgen
Blanca de San Miguel, Reina hoy de la Ciudad desde
el trono de su hornacina. •
La devoción mariana de la Vitoria renaciente y
barroca, contó con nuevos polos de fervor. Se desplegó
con entusiasmo en torno a la Virgen del Rosario,
venerada imagen traída desde Flandes en 1510 por
el vitoriano Diego Martínez de Maestu, mientras en
arte inmaculista legaba a nuestra ciudad una joya de
singular valor: la Purísima del retablo mayor de San
Miguel, talla llena de gracia, majestuosa y una de las
obras más bellas creada por la gubia de Gregorio
Hernández.
Así creció, así vivió y así rezó, la Vitoria que, encerrada
aún dentro de su estructura medieval, de trazo
almendrada, como bello símbolo de su potencia germinativa,
nos legaba vida, historia, arte y una filial
devoción a la Virgen, cuyo patronato celebramos en
estas fiestas.
MICAELA J. PORTILLA
Plano de Vitoria, en 1(43 (Coello).
i Pía t í f Je la lanrtitiiciiin
t I J J e J i i l b a a
5 A f r f í Je Cartilla .
i Puerta Je .irriai/a aHitltaa
ó Puerta Je Craneia
6 - P u e r t a Jel7<eyajedianarra
7 Hospital Jfilitar •
b JZespieia
<j Falacia Jejfantehermora
10 {are*/.
11 Ti'atra .
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E L A Ñ O 1 5 38
EL «EXPEDIENTE DE CONSTRUCCIÓN»
DE UN PALACIO VITORIANO
El Libra de Acuerdos del Ayuntamiento de nuestra Ciudad,
correspondiente al año 1538, conserva el acta de una sesión que
nos permite añadir curiosos datos a la historia monumental de
Vitoria. Refleja un hecho interesante por la calidad del personaje
que lo promueve, por la importancia del edificio de cuya construcción
se trata, y por su actualidad en este momento, en el que,
mientras se trata de conseguir la declaración de «conjunto monumental
» para el casco antiguo de la ciudad, surgen cada día grandes
bloques de viviendas en calles recién trazadas, y renacen a una
nueva vida, de modo sorprendente, viejos palacios, torres y
murallas.
F.l acuerdo a que vengo aludiendo, se refiere a la edificación
del palacio de Villa Suso por Don Martin de Salinas, Embajador
del Rey de Romanos y de Hungría Don Fernando, en la Corte
de su hermano, nuestro Emperador Don Carlos.
Se trató en la sesión del veintiuno de junio del referido año
de I538, siendo Alcalde de Vitoria Don Pedro López de Ochandiano,
y figurando entre los Capitulares de su Ayuntamiento Don
Pedro Martínez de Álava, el fundador del mayorazgo y palacio de
Álava Esquível; Don Martín Ortiz de I.uyando, cuyo nombre
quedó grabado en la preciosa lauda funeraria de sus padres, conservada
en nuestra Catedral; Don Francisco Vélez de Hsquível,
Don Martín Martínez de Aduraa, Don Esteban de Isunza y otros
vitorianos, miembros de esclarecidos linajes que, por aquellos
años, dotaban a nuestra Ciudad de palacios, capillas sepulcrales y
donaciones espléndidas a fundaciones y obras pías.
A este Ayuntamiento había expuesto una petición el «muy
magnífico señor Don Martín de Salinas», como se le titula en el
acta. Quería el ilustre vitoriano, edificar un palacio en la parte
alta de la Ciudad, próximo a la parroquia del Señor San Miguel,
pegado al muro que iba desde el ábside de esta iglesia a la Villa
de Suso, v, a cordel tirado, a la calzada que subía desde el templo
a la citada Villa. Y, para ello, pedía al Ayuntamiento «un suelo»
más un trozo del terreno que la Ciudad había comprado, en las
proximidades de la puerta de San Bartolomé, a Don Atanasio de
Avala, el hijo del Comunero Conde de Salvatierra.
Ea resistencia a ceder a un particular el lugar solicitado, junto
a la muralla alta de la Ciudad, y contiguo a uno de sus principales
accesos, debió exigir serios debates, amplias conversaciones y largo
estudio; «E sobre mucho platicado por los dhos. señores por ser
cosa de vnportancia, dice el acta, acordaron que fuesen llamados
personas particulares de la dha. cibdad de fuera del avuntami"»,
para darles parte y representación en el espinoso asunto v para
que ayudasen a decidir si se accedía o no a lo demandado.
A tal objeto, requieren la asistencia, en convocatoria extraordinaria,
de Don Euis de Isunza, a la sazón Diputado General, v
de Don Martín Martínez de Bermeo, su predecesor en el cargo;
del Licenciado San Martín y de Don Martín García de F.stella,
\lcaldes de la Ciudad en años anteriores; del F.scríbano Real v
Notario Público Don Andrés Díaz de Esquível; de Don Martín
Sáez de Maturana, de Don |uan Martínez de Alegría y de Don
Mateo de Aguirre, sobrino, sucesor v heredero del Consejero
CATEDRAL NUEVA VILLA SUSO


En el terreno adjudicado, y con las limitaciones expuestas,
comienza a construir su palacio de Villa Suso el Embajador Salinas.
Edificio que, encaramado desde el pie del ábside de San
Miguel, asciende hasta el espolón meridional de Vitoria la vieja;
con la puerta principal no abierta en su planta baja ni buscando,
como sería de esperar, ostentosa salida hacia la plaza, sino construida,
en reducidas proporciones, en el cuerpo alto del edificio
para cumplir la exigencia de quedar ubicada en la Villa de Suso.
Construcción señorial, carente en sus dos fachadas más amplias,
de los ricos ventanales y de la fina decoración plateresca, que entonces
privaba en templos y palacios, de acuerdo con las condiciones
impuestas por la ciudad, de servir mis paredes de murallas
defensivas a la zona alta de Vitoria. Lienzos desnudos v macizos,
en consonancia con el carácter castrense de la puerta de San Bartolomé
v sus muros adyacentes. Y, en cumplimiento de su palabra,
v de su probada fe de caballero, sólo pudo hacer Don Martín de
Salinas, gala de su gusto exquisito, en la galería renaciente que
corona la construcción y en la delicada labra de sus piedras armeras.
Cuando el Embajador emprendió esta obra, estaba ya viejo y
cansado. Había servido al Rev de Romanos Don Fernando y a su
hermano, el Emperador Don Carlos, en Alemania, Italia, Francia,
I•'laudes e Inglaterra. Les había dado pruebas de fidelidad en palacios
y antesalas, en viajes v en campañas, en peligros y en festejos.
El año anterior había representado a Don Fernando en
Perpiñán y otros lugares de Francia, en los tanteos preliminares
de la tregua que, más tarde, se firmaría en Niza. Y, como persona
de confianza, acababa de pasar otra vez a Francia, a tratar de un
posible acuerdo entre el F.mperador y el Príncipe de Labrit. Precisamente,
al finalizar esta gestión, había dado cuenta de ella desde
Vitoria, en cartas fechadas el nueve de abril del citado año de 1538,
al F.mperador y al Señor de Granvela, Secretario de Don Carlos,
gran amigo de Salinas, y padre del que después sería famoso Cardenal.
Acaso en este viaje a su ciudad natai, concebiría la idea de
levantar este palacio, en el que, sin duda, pensaba pasar los últimos
años de su vida, mientras su primo, el Licenciado Gámiz, en cuyo
elogio había hablado repetidas veces el viejo F.mbajador a sus
señores, iba a ocuparse de asuntos y negocios de importancia,
por sugerencia del propio Don Martín.
En 1539 el edificio estaba va en plena construcción. Seguramente
se comenzó a raíz de la concesión del terreno, ya que entre
las condiciones exigidas por la Ciudad, figuraba la de edificarlo
dentro de los cuatro años siguientes, so pena de la pérdida de todo
derecho sobre el suelo otorgado. Al palacio de Villa Suso en construcción
se refiere Salinas en la carta que, desde Toledo, escribió
el día veinticuatro de mayo de dicho año al conocido poeta Don
Cristóbal de Castillejo, Secretario del Rev de Romanos Don Fernando,
cargo que debía a la poderosa influencia de Don Martín
junto al monarca. «Quiera Dios, dice Salinas a Castillejo, que haya
fuerzas y vida para acabar una choza que comencé en mi tierra,
la cual trae consigo más veces el arrepentimiento que palos se
pornán en ella: y por mí puedo decir que hago la locura de cal y
canto; basta que en pago de mi culpa tenga mi arrepentimiento».
He aquí la historia de «la locura» de un F.mbajador, de las
paradojas y anomalías constructivas de un palacio vitoriano, y de
una sesión de nuestro Concejo en 1538.
MICAELA JOSKFA PORTII.I.\
MUSEO DE ARQUEOLOGÍA Y ARMERÍA
H E R Á L D I C A
EN LAS CALLES DE LA CIUDAD
*
De modo palpable se aprecian, en el plano publicado en
estas páginas, las sucesivas fases de crecimiento expansivo de
Vitoria.
Oleadas desbordantes, llenas de vida, han rodeado la vieja
ciudad afincada, como vigía, en la altura de sus calles gremiales
y encastillada en la colina que sirvió de asiento a la fortaleza
de Sancho el Sabio. Con orgullo ansioso, parece asomarse la
Vitoria de antaño, a contemplar un presente pictórico de
pujanza y un futuro prometedor, que no quiere perder de vista.
La ciudad nueva circunda a la vieja, como la envoltura
viva y carnosa del fruto rodea a la semilla, que guarda los
gérmenes de perpetuidad. Por eso, la Vitoria medieval, aunque
menos brillante en apariencia que la ciudad moderna, siempre
está en actualidad, porque conserva lo permanente de nuestra
historia y la huella de nuestros antepasados. A veces, la han
colocado en el primer plano de la noticia, las piquetas que, al
limpiar de aditamentos viejos edificios, han dejado al descubierto,
con sorpresa de todos, hermosas obras, ocultas durante
siglos: el tímpano, la portada \ la bella fábrica de nuestra
Catedral, la torre medieval de la Casa del Cordón, el peculiar
entramado de los muros de «El Portalón», las sepulturas de
la iglesia de San Vicente... Y mañana, puede asombrarnos la
aparición de lien/os desconocidos de la primitiva muralla de
la Villa de Suso, el fuerte aspecto de la torre de los Andas o la
belleza de líneas de la de «Doña Ochanda»...
Pero también podemos actualizar a la vieja Vitoria sacando
a luz la impronta que. en su historia y en sus monumentos,
dejaron impresa nuestros paisajes de hace siglos. Los arcos y
dinteles de las casas que habitaron conservan, esculpido en sus
blasones, el sello de su importancia social y económica. Con
carácter indeleble, rubrican las piedras armeras de nuestras
ralles antiguas, el paso por los siglos de tesoreros, embajadores,
consejeros, comerciantes ennoblecidos, caballeros de Santiago,
Alcántara o Calatrava, pregonando ilustres solares \ linajudas
ascendencias. Y al recorrer nuestras calles gremiales, en estos
momentos de vitalidad económica y honda transformación de
Vitoria, hallaremos en su pasado, siempre nuevo, motivos de
actualidad en muchos de los escudos de armas que a diario
nos pasan casi inadvertidos.
* * *
La Vitoria del siglo xvi. cuna de contadores, tesoreros reales
y acaudalados mercaderes, reflejada en escudos y blasones de
su casco viejo, ofrece a la Vitoria de hoy, en honda evolución
económica, ejemplos de inteligencia y acierto en el manejo de
negocios, a gran escala, en España y fuera de ella. En la Herrería,
junto al palacio de los Alavas. edificaron el suyo los RL IZ
DE YERGARA. Sus escudos: de plata, con águila exployada
de sable y encina de sinople con lobo pasante de sable, en la
partición cuartelada superior, y de oro, con árbol de sinople
o
y lobo pasante, fajado el jefe eon tres bureles de azur, en la
partición inferior, se repiten en la casa número 30 de dicha
calle, en alian/a con los lobos y crecientes de los Alavas. Muestran
estos blasones, después de cuatro centurias, que aquí habitó
la familia que dio Diputados a la Provincia y activos mercaderes
a nuestro comercio con Flandes. Un Ruiz de Vergara,
vitoriano, firma documentos en la rica Amberes del siglo xvi,
y otro. Donjuán Bautista Rui/ de Vergara, nieto de los Alavas
por línea materna, figura repetidamente como «mercader» en
los libros sacramentales de San Pedro. La familia, enriquecida
en el comercio con los países del Norte, dejó en Vitoria muestra
de su piedad, dotando a su parroquia con espléndidas fundaciones
y donándole ornamentos correspondientes a la magnificencia
de la Casa. Durante muchos años, se reseñará en los
inventarios de San Pedro «el temo rico de los Vergaras», de
brocado blanco, con casullas, dalmáticas, capa, frontal, facistoles
y hasta manga para la cruz procesional.
En la Zapatería, casi frente al palacio de los Alavas, en la
casa di' vecindad que lleva actualmente el número 42, encontramos
un escudo de los ISUNZAS, otra familia vitoriana,
destacada en los negocios con Flandes. Un miembro de ella,
Don Pedro de Isunza. se consideraba como uno de los créditos
más fuertes de la Corte, alcanzando una fortuna que, según
Garibay, ascendía a «trescientos mil ducados y dende arriba»,
mientras, por su clarividencia en los negocios, era requerido
su consejo, con especial interés, en los asuntos más graves de
nuestra economía nacional del siglo xvi. Las armas de los
ISUNZAS. escudo de plata con árbol de sinople y dos lobos
de sable, pasantes a su tronco, una caldera, pendiente de las
ramas del árbol colocada sobre el fuego y bordura con veneras,
pasa hoy desapercibido en la citada casa de la calle Zapatería.
De ella salió seguramente Don Bernardino de Isunza y Añastro,
Caballero de Santiago, que, según consta en los libros parroquiales
de San Pedro, pleiteó largamente con los mayordomos
y feligreses de esta iglesia, porque aspiraba a preceder en las
procesiones, como investido del hábito de Santiago, a los mayordomos
de la iglesia. Como puede apreciarse en las grandes
familias de entonces, la vanidad promovía torbellinos inexplicables
para nuestra mentalidad actual.
Los ISUNZAS nos han legado otro hermoso escudo en su
palacio del CAMPO de ARANA, ubicado en uno de los lugares
que figuran en el primer plano de nuestra actualidad
urbanística. Esta piedra armera es una de las más bellas de la
heráldica vitoriana y el palacio, aunque un tanto desfigurado,
pregona la prosperidad de los Isunzas en la Vitoria de antaño.
Ho\ recibe nuestra ciudad en evolución, nueva savia procedente,
sobre todo, de medios rurales. También sintió Vitoria,
en el siglo xv. la necesidad de una revitalización que solucionase
con urgencia la grave crisis de población que, con caracteres
alarmantes, se registra en las actas municipales de entonces.
Llegaron a nuestra población nuevas gentes que sus habitantes
supieron asimilar, injertándolas de tal modo en su vida que,
1. - Etrudo de R U I Z DE VERGARA-Al.AVA Herrería, 30
i. - A r m a s del apellido I S l ' N Z A Z a p a t e r í a . !'_'
3. - F.scmlu di- I S L ' N Z A Cuspo d e A r a na
al (abo de (los o tres generaciones, las Familias recién llegadas
de nuestros campos o de las provincias hermanas, daban ya
Alcaldes y señalados Capitulares al Ayuntamiento. La de Esquive]
es buena prueba de ello. Procedente por varonía de la
torre de Ali, y de Esquível por línea materna, descuella en
seguida en la Vitoria bajo-medieval, emparentando con lo
más llorido de nuestra noble/a.
Entre los muchos y bellos escudos que la Casa dejó en
palacios y templos de nuestra ciudad vieja, hemos ele destacar,
en este recuento de heráldica poco conocida, un escudo olvidado
de la (asa de Esquível, el que, en el número 71 de la
Correría, fué labrado en alianza con los Alegrías, Familia de
Diputados v Consejeros reales. Por los ALEGRÍAS, ostenta
cruz llordelisada \ hueca, lis de azur, sobre campo de oro. y
calderas de sable, gringoladas de sinople. sobre el mismo Fondo.
Y. por los ESQUÍVEL, la tan repetida en la heráldica vitoriana,
águila de sable, cebada en conejo en su natural color en
(ampo de oro, y las tres fajas de oro. sobre sinople, por los
Colodros. Seguramente este escudo perpetúa el matrimonio de
Donjuán Martínez de Alegría \ Doña María López de Heali
( Esquível), hermana del Canónigo Don Diego López de
Heali Esquível, de Fray .Juan López de Heali, guardián del
convento de San Francisco v del de Aránzazu. de Doña Catalina
López de Heali. monja en Santa Clara, \ del Alcalde Don
Francisco de Heali Esquível. La hija del matrimonio. Doña
María de Alegría, casó con Don Juan de Salinas y, en su
sucesión, entroncó con la Casa de I.andázuri. Apretadas
páginas ele nuestra historia, como puedo verse, en un escudo
desapercibido de una de nuestras calles viejas.
* * *
Y, en la conmemoración del centenario de Don Francisco do
Zurbarán, no puedo Faltar la reseña de dos piedras armeras del
apellido /CUBARAN labradas en Vitoria por una de las ramas
do la Familia, establecida en la ciudad v emparentada con lo
mejor do nuestra nobleza del siglo X V I I . Me refiero a los escudos
de la (asa número 32 de la Cuchillería. Ambos ostentan en el
primer cuartel las armas do Zurbarán: de plata, ron león en
su color, on medio de dos pinos do sinople y apoyado en uno
con su mano diestra. Uno do ellos, el más hermoso, timbrado
do airoso casco, con ricos lambroquines de lina labra, sirenas
tenantes y mascarón on punta, presenta, entro otras alianzas, las
do Zurbarán con Leguizamón escudo de oro con tres Fajas
de azur—. con los Alavas -lobos y crecientes ; con los Guevaras
panelas y Fajas cargadas do armiños - , y con los Múgicas
- bandas engoladas acompañadas do escudetes—. El otro
escudo, más sencillo, ostenta, on alianza, las armas do los Luzuriagas
cinco torres v brazo armado— : do los Alavas —crecientes
y lobos y do los Hurtados de Mendoza bandas y
panelas, entro las cruzadas cadenas do las Navas—.
* * *
Historia y actualidad. Siglos pasados y lecciones de vida
encerradas on el núcleo vital do la Vitoria do avor. ejemplo
do nuestro sor, do nuestro vivir y gloria de la Vitoria de hoy.
4. - Escudo de ALEGRIA-ESQUIVEL {Corroí», 71)
5. - Escudo d e / I R B A R A N - I . I . G l I / A M O N Cuchillería. 32
6. - / C U B A R A N V A L I A N Z A S ''Cuchillería. :V2
VITORIA Y SUS PUEBLOS EN LA RUTA JACOBEA
Mucho viene hablándose y escribiéndose en estos últimos meses sobre las
peregrinaciones santiaguesas y sus caminos. La preparación al próximo Año
Santo 1965, anima a publicistas e investigadores a resucitar del olvido de los siglos
ermitas y santuarios, posadas y hospitales, ventas y mercados, puentes, vados y
puertos en que ios peregrinos compostelanos oraban ante los santos de devoción
jacobea, reparaban sus fuerzas, reponían sus víveres o cruzaban los ríos y las
sierras que concontraban en su camino.
Vitoria y los pueblos de su término, pueden y deben incorporar al estudio
de las rutas compostelanas datos curiosos y llenos de interés.
El primitivo camino jacobeo, que apartándose de ta fácil entrada costera por
temor al peligro normando, penetraba en nuestro suelo por Roncesvalles o
Cafranc, atravesaba la mitad septentrional del reino de Navarra y, hasta principios
del siglo X I , según se lee en ta Crónica Silense, se desviaba por los senderos
de Álava, eyitando llegar al Ebro por la ribera navarra, aún no segura del todo
de los ataques musulmanes. Siguiendo los hitos de la antigua calzada romana de
Astorga a Burdeos, los primitivos peregrinos pasaban cerca de la Aldea de
Gasteiz, cruzando la Llanada y sus pueblos. Más tarde, aunque Sancho III el
Mayor aseguró el camino navarro hasta el Ebro, jamás quedó olvidada la ruta
alavesa y los romeros que, penetrando en nuestra tierra por la Borunda, llegaban,
por Salvatierra y Alegría, a las puertas de la Nueva Victoria, encontraban en ella
seguro reposo y refrigerio. Confluía también en la vieja calzada romana, el camino
de peregrinos que, desde Fuenterrabía, siguiendo el curso del río Oria
y atravesando San Adrián, descendía a la Llanada por Araya y Eguítaz, por Zalduendo
y Salvatierra o por Galarreta y Guevara. También esta arteria de devoción
romera llegaba, con la otra, a Vitoria, penetrando en su recinto «por la
Puente del Rey» o por la puerta de San Ildefonso, atravesando antes el Campo de
Arana y siguiendo el actual camino de la Cruz Verde.
Se desviaban también, sin duda, hacia nuestra ciudad, muchos de los peregrinos
que, desde Vizcaya, por Zuya, llegaban a sus cercanías a través del puerto
de Arrato. Los templos, ios hospitales y el mercado de Vitoria constituían motivos
de atracción para los caminantes, aunque hubieran de perder alguna jornada
en su ruta o tuvieran que separarse varias leguas del camino que, derechamente,
los conducía desde Arrato a Lapuebla por los Huetos, Mártioda. Mendoza,
Trespuentes y Víllodas.
En Vitoria se les atendía con solícito cuidado en hospitales y posadas. En la
parte más elevada de su encintado gremial, se postraban ante el apóstol Santiago
en la capilla que, en 1419, elevó, junto a Santa María de Vitoria, la piedad del
comerciante don Martín Fernández de Abaúnza. Los peregrinos recordaban su
paso por nuestra ciudad. Vitoria figura en el itinerario de 1525, en el de Senlis
y en el de Manier, entre otros. Su nombre aparece en diversas canciones de peregrinos,
entre alabanzas al Creador ante los amplios horizontes de nuestros
paisajes y el aroma delicado de nuestros montes. Ilustres romeros la visitaron.
La tradición señala, como huella del Santo de Asís, en su peregrinar devoto,
la fundación del Convento de San Francisco, gloria de Vitoria desde comienzos
del siglo XIM, cuya conmemoración celebramos este año. siete siglos y medio
después del paso del Seráfico Padre por la recién fundada villa de Victoria.
A su entrada en ella se detenían los peregrinos en la ermita de Santa María
Magdalena, sobre la cual San Francisco fundó su primitivo convento. El recuerdo
de esta Santa acompañaba a los romeros, a través de ermitas y templos, desde
que en Vezelay habían orado ante sus reliquias.
Los peregrinos que llegaban a Vitoria por Ali, procedentes de Arrato, oraban
en la ermita de San Martín de Avendaño, recordando los que, procedentes de
Francia, habían seguido la «Via Touronensis». el grandioso cuito y el hermoso
templo que. elevado en honor de San Martín, habían admirado en Tours. Y, al
salir de nuestra ciudad, se encomendaban de nuevo a Santa María Magdalena
y a San Lázaro en la iglesia del hospital de romeros, fechado ya en el siglo XIII,
y que más tarde iba a servir de convento de Carmelitas y a dar el nombre al
barrio y calle de la Magdalena.
Además del hospital de San Lázaro encontraban los peregrinos dentro de la
ciudad, el de Santa María, junto a la Colegiata, cuya portada plateresca se conserva
dentro del patio del Seminario Viejo, y el de San José, fundado en la calle de
la Herrería en 1514. Pero sobre todo buscaban acogida en el que. bajo la advocación
de Santa María del Cabello, edificaron a principios del siglo XV. sobre un
viejo refugio de peregrinos, don Fernán Pérez de Ayala, hijo del Canciller
5 Don Pedro, y su esposa doña María Sarmiento «para recoger los pobres romeros
2 que por dicha cíbdad pasasen e muchos vecinos de aquella cibdad». Reedificado
« por el Concejo de Vitoria, después de un violento incendio acaecido en 1507.
< se puso bajo la advocación del Apóstol Santiago, trasladándose, en 1820, al
2 lugar que hoy ocupa.
El Ayuntamiento de Vitoria se preocupó siempre por los peregrinos que
llegaban a sus puertas. Don Marcelo Núñez Cepeda, ha exhumado en su documentado
estudio sobre el pasado de los hospitales vitorianos, datos llenos de
interés a este respecto. En 1516, el Concejo removió de su cargo al hospitalero
Elorriaga por su trato duro a los peregrinos. En 1521, después del incendio del
hospital de Santa María del Cabello, se dirigen a Carlos I don Diego Martínez de
Álava, Diputado General, y dos vecinos de Vitoria, cuyo Concejo había resuelto
la creación de un nuevo refugio para enfermos y caminantes, pidiéndole autorización
para hacer «un nuevo espital fuera de los muros junto al camino del
romeage lugar muy convenible». Y un siglo más tarde, movidos nuestros Capitulares
por las delicadezas de la cristiana caridad, transmitían al Padre General
de la Orden de San Francisco, en diciembre de 1624, su deseo de que enviara
al hospital dos padres franceses, para que los peregrinos enfermos pudiesen
confesarse y recibir consuelo espiritual en sus dolencias. La tradición de «hospital
de romeaje» se ha mantenido hasta tiempos no muy remotos. Las ordenanzas
de 1764 se refieren a los sermones que debían predicarse el día del Santo
titular y el de Santa María Magdalena, venerada, como hemos visto, en toda la
ruta compostelana. Y como constante recuerdo y patente continua de la obligación
de los hospitaleros de atender con toda caridad a los peregrinos, llevaban,
sobre su ropa gris o morada, una venera con el bordón de Santiago.
Los Reyes se refieren en Cédulas y privilegios al paso de romeros por
nuestra ciudad. El privilegio otorgado al Hospital de San Lázaro y la Magdalena
por Carlos I y doña Juana, su madre, en 1524, dice expresamente que en Vitoria
se detenían «muchos pobres por estar en camino francés». En la facultad que el
mismo don Carlos concedió a don Atanasio de Ayala para ceder a la Ciudad el
derecho que tenía al hospital quemado y sus bienes, dice el Rey que, al no
reedificarse, «se desirve mucho nuestro Señor por estar como está la dha
cibdad en camino pasajero de los que vienen en rromería a Santiago de fuera
parte de los nuestros reinos».
Los peregrinos jacobeos constituirían un elemento más en el abigarrado
conjunto que, en la Victoria medieval, fundía, en heterogénea convivencia,
a nobles y artesanos, frailes y judíos, arrieros y trajinantes de Castilla y la Mar,
comerciantes de lanas y hierros y aldeanos del país que. en su secular lengua,
tan extraña a los oidos de Aymenco Picaud, ofrecían los productos de la tierra
en nuestros célebres mercados.
La ruta de devoción jacobea ha dejado claras huellas de su paso en los pueblos
agregados a Vitoria. En la unidad cristiana de la Europa medioeval, el camino de
Santiago, vínculo de unión entre gentes y pueblos, conserva la fuerte impronta
del estilo románico en sus monumentos, señalando la comunicación artística,
—espíritu y técnica—, que las peregrinaciones mantenían y estrechaban. Nuestras
aldeas y lugares, ubicados en el «camino de romeaje» o sus proximidades,
Elburgo, Oreitia, Estíbaliz, Argandoña..., conservan interesantes restos románicos.
Destacamos y reproducimos, como menos conocida, la portada de la
iglesia de Matauco, en la que, junto a los elementos geométricos y flora estilizada,
puede apreciarse el bello simbolismo representado en las figuras humanas
y en los detalles animalistas que ostenta. Y como muestra de la riqueza ornamental
e iconográfica, que el románico dejó en nuestra tierra, presentamos uno
de los bellos relieves de la basílica de Armentia, situada asimismo en la ruta.
En los pueblos del camino abundan las ermitas dedicadas a San Martín,
Santa María Magdalena y Santa Marina, santos de devoción romera. No falta el
recuerdo del Apóstol en imágenes ni en advocaciones. En las iglesias de llárraza
y Arcaute, dos claves de sus bóvedas representan a Santiago Peregrino, marcando
el camino jacobeo. En Cerio, además de un gran lienzo del Apóstol, titular
de su iglesia, se conserva una curiosa pintura de San Pelayo, con armadura y
casco de plumas multicolores, procedente de una desaparecida ermita. A San
Pelayo, familiar del Obispo de Tuy, cautivo en Valdejunquera y martirizado en
Córdoba en el siglo X, veneraban los peregrinos desde su entrada en España
hasta Compostela, donde encontraban una iglesia y un convento dedicado a su
culto ya en 1102. Oreitia y Zumelzu debieron ofrecer posada a los romeros,
señalada, en Oreitia, por una gran venera esculpida en el dintel de un viejo edificio
y, en Zumelzu, por el anagrama de Cristo labrado en un arco, según costumbre
observada en el camino santiagués...
Y los romeros, dejando atrás la Victoria gótica, dominando desde su altura
aldeas y paisajes, recordaban, camino de Lapuebla, el albergue que en ella
habían recibido y la hospitalidad de sus vecinos.
. «Nous fumes grandcment joyeux
Eníre Peupte ef Victoirt,
De voír fleurir le cicador
El egrener la lavande»...
«Nous chaniames íous ensemble
Pour en /ouer le Createum...
«Eníre Peuple et Victoire
Fumes joyeux
De voir sortir des monfagnes
Si grand odeur»...
MICAELA J. PORTILL/
El General D. Miguel Ricardo de
Álava y Esquível, Jtnitnlt General de los
Ejércitos nacionales, Gihalltro pfoftSC del
hábito de Santiago y Comendador de Hornachos
de la misma orden, Caballero Qran Cruz
de San Hermenegildo y la Real y distinguida
de Carlos III e Isabel la Católica, Presidente
electo del Consejo de Ministros y
Ministro de Estado y Marina, Presidente de
las Cortes. Procer, Senador y Diputado a
Cortes, Embajador y Ministro Plenipotenciario,
representante de España en J-rancia,
Inglaterra, Holanda y otras naciones, condecorado
con varias cruces y encomiendas
españolas y extranjeras, Maestre de Campo,
Viputado General de esta M. CN. y M. L.
Provincia de Jlava, Diputado Procurador
representante en Juntas generales por la Hermandad
de Vitoria.
PALACIO DE
ÁLAVA-ESQUIVEL
En el siglo XVIII, entre las inquietudes científicas de las
gentes ilustradas, casacas y pelucas, entorchados, porcelana y
rocalla, habían vuelto a unirse una vez más, en la casa solariega
de Alava-Esquível, los dos ilustres apellidos, fundidos en preclara
descendencia dos siglos antes, por el matrimonio de don
Pedro Martínez de Álava y doña María Díaz de Esquível, fundadores
del mayorazgo y de la Casa.
Muy a mediados del siglo, casaban don Pedro Jacinto de
Álava y doña María Manuela de Esquível, para habitar como
sus ascendientes, en la casa de la calle de la Zapatería, donde
poco después nacería el futuro General Álava.
Conserva aún el palacio reminiscencias de las casas fuertes
medievales en los saledizos, apoyados en ménsulas y rasgados
por estrechas ventanas, que, a modo de garitones, ostenta en los
extremos de su fachada. No obstante, los amplios arcos de ingreso,
las sobrias y elegantes molduras que encuadran sus balcones,
los arcos conopiales de la primera planta y las ponderadas
proporciones del conjunto, lo encuadran plenamente en el siglo
XVI bastante avanzado, época de auge de los Álava y Esquível.
El conjunto de escudos que preside la fachada principal,
testimonia la nobleza de la Casa. Cuatro grandes familias alavesas,
ascendientes, con otras no menos nobles, del general don
Miguel Ricardo de Álava, han dejado su huella de piedra en el
palacio que lo vio nacer.
El escudo cuartelado de los Alavas—crecientes ranversados
de plata en campos de azur y lobos de sable en campos de oro,
timbrado de casco con airosa cimera y ornado de lambrequines—,
campea sobre las armas de los fundadores del mayorazgo.
La Casa de Álava que, en sus diversas ramas, había servido
a la Iglesia en Tremo, a Alfonso XI en Algeciras, a los Reyes
Católicos en Granada, a Carlos I en las Comunidades y al Rey
Prudente en la diplomacia, iba a dar a la Patria, en el siglo XIX
un militar y un diplomático, a Álava un Diputado General en
momentos de los más azarosos de su historia, y a Vitoria un
salvador.
El águila de sable, haciendo presa en un conejo, en campo
de oro, recuerda al linaje c: esquível, venero de patricios ilustres
en la Ciudad desde que, en el siglo XV, comenzaron a intervenir
en el apaciguamiento de los bandos de Ayalas y
Callejas. Los Esquível, que dieron a la historia figuras de la talla
del obispo de Cerdeña y el mártir Fray Jacinto, figuran en los
momentos decisivos de la vida local como canónigos, escribanos,
regidores, merinos y alcaldes.
Las diez panelas de plata en campo de gules, armas de Hurtado
de Mendoza, rememoran la bravura de esta ilustre Casa,
peleando en legendario combate en las orillas del Zadorra, hasta
recubrir de polvo las hojas flotantes del rio, teñido de sangre.
Esta linajuda familia alavesa engarza en la ascendencia de nuestro
General, la nobleza de una de las más esclarecidas estirpes
españolas.
Y las tres fajas de oro en campo de sinople, blasón de los
Martínez de Heali y Colodros, fundidas con las armas de Esquível
casi desde sus orígenes, nos remontan al valeroso Colodro
que, en la vanguardia de Fernando III, escaló arduamente las
murallas de Córdoba.
He aquí la nobleza cuyas armas, insertas desde el siglo XVI
en las piedras de la Casa solariega de Alava-Esquível, se vieron
honradas por el valor y la rectitud del General D. Miguel Ricardo
de Álava, héroe de la batalla de Vitoria.
TA. Portilla.
lina ¡dilución cenlenaiía que se renuera
El vino nuevo en odres nuevos y a nuevos objetivos y metas
renovadas, nuevos procedimientos y medios para alcanzarlos.
El mundo viviente manifiesta en palpables cambios de
aspecto las transformaciones internas de los seres. El perfeccionamiento
de las instituciones y la evolución de su espíritu,
se reflejan también en variaciones externas más o menos
acusadas.
Este año las Escuelas Normales de Álava, ya centenarias,
reclaman una profunda innovación. Un siglo de esfuerzos
ha hecho necesaria la metamorfosis que responderá a su
evolución interna.
* * *
En el año 1838, en plena guerra civil, se establecía en la
Corte la Escuela Normal Central para preparar a los maestros
que habrían de ser los elementos rectores de las Normales
Provinciales. Álava enviaba y costeaba sus estudios
a Don Benigno Lacunza quien terminó su capacitación en
1840. Un compás de espera de tres años, motivado por las
dificultades que siguieron a la guerra, según se lee en el
expediente de creación de la Normal conservado en el Archivo
del Ayuntamiento, detiene ciertas gestiones iniciadas
años atrás, referentes a la preparación de locales adecuados.
Pero en 1843 vuelve el asunto al primer plano de las actividades
culturales en la Ciudad y en la provincia. El primer
documento municipal que a él se refiere, aparece firmado en
1 de febrero de 1843 por el entonces Secretario del Ayuntamiento
Don Mateo de Moraza. La dificultad principal para
el establecimiento de la Normal estribaba en la disposición
de un edificio para su instalación. Las trabajosas tareas de
una Comisión Municipal designada al efecto y el apoyo y
estímulo de la Diputación, venciera tal obstáculo disponiendo
su emplazamiento en el edificio propiedad del Conde de
Fuente el Salce, llamado «Casa de la Sociedad»; en 24 de
mayo de 1844, acuerda el Ayuntamiento verificar en dicho
edificio las obras y reparaciones pertinentes a su adecuación
para los fines docentes previstos, y el 27 de noviembre de
1846 nombra la Reina, Director de la naciente Escuela a
Don Benigno Lacunza. Dos meses después comenzaba a funcionar
el nuevo Centro.
Las actas y expedientes conservados en el Archivo de la
Escuela Normal, nos dan a conocer las directrices que er,
cauzaban los estudios del Magisterio en sus primeros,_rba*-
buceos. El Reglamento de 15 de octubre de 1843, señalaba
el carácter esencialmente popular de tales estudios, evitando
todo lo que no fuera estrictamente necesario al pueblo en el
que los maestros deberían desarrollar su actividad docente.
Así se reprueba textualmente «como un lujo de la enseñanza,
empeñarse en explicar cursos completos de Física, Química,
Historia Natural y Matemáticas». Sólo una conferencia
semanal de cada una de estas disciplinas, se consideraba suficiente
para los maestros de hace un siglo, sin perjuicio de
que, según dice el citado Reglamento, «se ensanchen los límites
de tal instrucción cuando las circunstancias lo pidan».
El material empleado en la enseñanza constaba únicamente
de libros, carteles, muestras caligráficas y de dibujo,
una colección de sólidos geométricos, de los mapas indispensables
y de las esferas celeste y terrestre, según aparece
en la petición formulada en 23 de julio de 1855 por el citado
Don Benigno Lacunza. No obstante, desde los orígenes de
la Normal Alavesa, parece vislumbrarse la importancia de la
educación en los primeros años de la infancia y la preparación
de los maestros para tal cometido, ya que el mismo
Lacunza presentó en 1843 un proyecto de establecimiento
de Escuela de Párvulos a cargo de un profesor y su esposa.
El personal, exámenes y calificaciones en la Escuela Normal
respondían también a los criterios expresados y disciplinas
cursadas. Dos Maestros Superiores, uno de Ciencias y
otro de Letras, un Eclesiástico encargado de la explicación
de la Religión y Moral y el Regente de la Escuela Práctica,
constituían el cuerpo docente encargado de la formación
del Magisterio. Se debía agregar a las Normales «para servir
de escuela práctica, una de las mejores escuelas de primeras
letras del Ayuntamiento» como Aneja a aquellos Centros.
Conserva la Escuela Normal libros de matrícula y registros
de calificaciones desde 1849 y ejercicios de reválida
desde 1867, firmados por el entonces Secretario de la Escuela
Don Ramón Bajo. Consistían éstos de acuerdo con la preparación
recibida por el Magisterio de entonces, en una hoja
caligráfica, un dictado, varias cuestiones pedagógicas elementales
de carácter práctico y cuatro problemas de Aritmética
aplicada. De los once expedientes de 1867 cinco
fueron aprobados, cinco reprobados y uno quedó sin calificar,
por haberse retirado el aspirante.
Así dio sus primeros pasos la Escuela Normal de Vitoria,
que pronto, gracias al celo de la Diputación y del Ayuntamiento,
contó con un local propio del que se enorgullecían
Becerro de Bengoa en 1877 y Serdán a principios de siglo,
citándolo como «suntuoso y grande edificio de moderna
construcción» y «ornato de la Ciudad». A efectos de su
erección se adquirió el 16 de abril de 1862 el terreno contiguo
al Cantón de la Soledad y enfrente de la huerta del Palacio
de Montehermoso, donde se levantó el edificio que
desde entonces ha albergado las Escuelas del Magisterio.
* * *
Al cabo de un siglo, dejaron las Normales el caserón, en
el que tantos y tan dignos maestros se forjaron, para trasladarse
a la nueva Escuela, toda luz y alegría, dotada de las
instalaciones más modernas y ampliamente provista de nuevo
material psicotécnico, científico y geográfico-histórico,
adecuado a los actuales métodos de enseñanza. Lo que el
Reglamento de 1843 consideraba un lujo, hoy es una necesidad
para la formación del futuro maestro.
Y la escuela Aneja, alegre y amplia, laboratorio vivo para
nuestro joven Magisterio, constituirá un fecundo campo de
experiencias cuyos frutos se recogerán en aldeas remotas y
pueblos escondidos. El Parvulario, que la clarividencia del
primer Director de la Normal Alavesa proyectó hace ciento
veinte años, será una realidad en las nuevas instalaciones;
modelo y norma para la educación del párvulo, ayudará
a cuantas maestras lo deseen a especializarse en esta interesante
rama de la moderna pedagogía.
* * *
Espíritu joven, activo, amplio y luminoso dentro de un
nuevo edificio modernamente dotado para el cumplimiento
de su cometido y con amplias perspectivas para el futuro.
Que el ejemplo del ayer y la inquietud del momento actual,
produzcan para el mañana promociones de maestros que
dignifiquen a la nueva Escuela como sus predecesores honraron
a la que dejamos.
M. PORTILLA.